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Teoría de la soledad





Una de las funciones de estas redes sociales como Facebook y, el mayoritariamente usado por los hispanohablantes, Hi5 es percatarse cuán solo está uno en el mundo. Esta revelación en realidad no es nada nueva, sólo la manera de comprobarlo. Por supuesto gozo de “perfiles” en ambos lados, en los que sólo tengo escasos 10 amigos, de los cuales 5 son prestados, 3 son familiares, una es mi esposa y el otro es mi amigo de la Facultad. ¿Por qué entonces me empeño en tener un lugar en el espacio cibernético? no lo sé… supongo que sólo por estar “in” y que no se me tache de anticuado a mis juveniles 36. A veces estoy más preocupado por lo que puedan pensar de mí (esos 5 amigos prestados) que lo que en realidad quiero hacer (como se dijera por aquí, seguro son mommy issues). Así, este contacto internáutico que se manifiesta en un lugar virtual, sólo me ha servido para morirme de envidia por la cantidad de amigos que los demás ostentan cuando entro a revisar sus “perfiles”. Sé que no vale la pena mortificarse por el número de compinches que se presumen, pero no dejo de pensar en mi relativa falta de contacto humano y si en realidad lo necesito. Para creerme persona y justificar mi falta de roce social le echo la culpa a mi exilio y a que cada día entiendo menos al otro, no sé si con esto me refiero al gringo o al ser humano en general. Siempre que he querido extender una invitación para que me sumen a sus filas y ser un número más de amigo, me entra un pudor muy grande, acompañado de una vergüenza sin límites que me hacen desistir a toda costa de proponerme como amigo. Creo que esto tiene reminiscencias infantiles cuando en el parque de la colonia Nápoles pedía entrada a ser parte del juego; los demás niños me miraban con mi pantalón de terciopelo y mis camisas con encajes con las que mi madre me vestía y me preguntaban si venía de una fiesta, para finalmente negarme el acceso a la diversión y reírse de mí en mi propia cara. Tal vez me sucede lo mismo. Lo que es peor, aunque ya no uso pantalones de terciopelo, realmente creo que nadie debe de recordarme y que si tengo amigos es más porque ellos insisten en serlo. En el diván del analista lo que sucedería es que tengo poca autoestima y que no me considero digno de fungir como amigo de nadie. Esa es la explicación institucional de mi falta de predisposición hacia el intercambio humano. 

Sin embargo, acabo de descubrir otra con la que creo que me voy a quedar por ser más elaborada y positiva, además de no hacerme sentir como inadaptado. El descubrimiento, hay que decirlo, se lo debo a mi amigo Abdón Flores, con quien practico un fuerte intercambio epistolar cibernético desde hace unos meses, (iniciado por él por supuesto). Entre sus correos me había platicado su interés por un matemático que ahora escribe y que ha ganado, según me dijo, “premios muy raros” (a los que nadie entra porque no están comprometidos, también agregó). Como siempre he seguido cualquier recomendación que me sugieren mis pocos amigos, cuando menos para saber los parámetros estéticos de la gente, lo he procurado y ahora lo leo. No trataré de hacer una apología ni una recomendación de este matemático metido a poeta y novelista sino simplemente compartir su teoría de la soledad, que me pareció, si no reveladora, sí simpática y lógica, como buena teoría. Dice Agustín Fernández Mallo que dice su personaje que se llama Marc:

“La pretensión de su teoría [que se inscribe dentro de toda una socio-física teórica] consiste en demostrar con términos matemáticos que la soledad es una propiedad, un estado, connatural a los seres humanos superiores, y para ello se fundamenta en una evidencia física bien conocida por los científicos: sólo existen en la naturaleza dos clases de partículas, los fermiones [electrones y protones por ejemplo] y los bosones [fotones, gluones, gravitones, etcétera]. Los fermiones se caracterizan por el hecho, ampliamente demostrado, de que no puede haber 2 o más en un mismo estado, o lo que es lo mismo, que no pueden estar juntos. La virtud de los bosones es justamente la contraria: no sólo pueden estar varios en un mismo estado y juntos, sino que buscan ese apilamiento, lo necesitan. Así, Marc toma como reflejo y patrón esa clasificación para postular la existencia de personas solitarias que, como fermiones, no soportan la presencia de nadie”.


Comentarios

Por supuesto esta entrada no debe tener ningún comentario y si me lo dejo yo, es porque quiero despirat al enemigo, que es el otro, aquel que no me lee y al que ni siquiera le importo.

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