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Mostrando las entradas de agosto, 2006
Elegía del Nauta A Raúl Carrillo, in memoriam And if you find her poor, Ithaca has not deceived you.
 Wise as you have become, with so much experience,
 you must already have understood what Ithaca mean. Constantino Kavafis, Ithaca Ulises, el viajero, regresó a Ítaca, su Ítaca mítica. Regresó para recordar lo que la memoria guardaba. Al final de su vida Penélope esperó, tejiendo y destejiendo una mortaja, al héroe preciso que ya no era el mismo. Ulises conservaba en su memoria una Ítaca gigante, una casa y un calor, Tal vez a su madre parada en el umbral de la puerta cuando con lágrimas en los ojos le dijo adiós. Volvió después, nos cuenta Kavafis, para descubrir que él era Ítaca, que lo importante de Ítaca era el viaje, la justificación del retorno y no la casa desaparecida. La labor inútil de Penélope, comprendemos al fin, exalta la iteración de la memoria y el ideal de la espera, lo impreciso del recuerdo. Ulises, nuestro héroe que retorna, regresó a Ítaca. buscó a Pené
II Arturo, como su padre, tuvo la fortuna de ser el protegido de la misión. Era el regalo que María atribuía al amor prohibido. Los trabajos de evangelización y colonización de los jesuitas continuaron hasta su expulsión en 1767. Arturo Eusebio fue parte activa de la evangelización de los indígenas de la península y, bajo las enseñanzas agrícolas de los misioneros, pudo sostener a sus demás hermanos. Cultivaron el higo, el trigo y pastoreaban un rebaño de cabras de las que extraían productos lácteos. El desarrollo de la región fue muy lento. Después de la expulsión de los jesuitas en todos los territorios españoles, la península fue olvidada hasta entrado el siglo XIX cuando los dominicos quisieron retomar el proceso evangélico. Al irse los misioneros, la mayoría de la gente que había llegado con ellos siguió sus pasos. A la muerte de María, tal vez de gota o de cansancio, Arturo Eusebio decidió regresar a Sonora, pero sin abandonar del todo la tierra adoptiva de su madre. Llegó al pue