Cha... Cha... Cha... Changes
¿Por qué Berenice y yo lloramos cuando vimos a la gente congregada para escuchar al nuevo presidente de los Estados Unidos Barak Obama en Chicago? A pesar de que yo he vivido inmerso en la política mexicana, despreciable en sí misma, las lágrimas de Berenice me contagiaron. Tal vez porque es la primera vez, desde hace 36 años, que hemos visto algo tan conmovedor dentro de las esperanzas de todo un pueblo, y en cierta medida en las nuestras. Finalmente hemos padecido las decisiones de Bush en toda su larga permanencia en la Casa Blanca y nos alegra que alguien que no encarna la ultraderecha y la prepotente supremacía blanca y anglosajona, desde la conformación histórica de este país en 1776, le pueda dar otra cara al país de nuestras hijas. No quiero pecar de optimista; mi generación mexicana, la llamada X, es una generación de perdedores por excelencia y no sé si el azar esté jugando con nuestros sentimientos, tal vez...; y si así lo es, tal vez, el Apocalipsis tenga una mejor cara y sobre todo, una gran sonrisa entre los labios.
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