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Mostrando las entradas de agosto, 2010
Piedra de sacrificios Mis hermanas me dicen que mi madre miente, que está paranoica porque dice que sus vecinos son narcos. Dice que la espían y que le quieren robar su casa y entrar a llevarse lo poco que queda y con ello llevarse el honor de la familia, porque nosotros sí somos de buena familia y ellos sólo tienen un dinero que nos han robado. Mi madre, que todo lo predice desde su paranoia acertada, nos ha quitado el pensamiento maniqueo de pensar que los delincuentes viven en zonas marginadas de la sociedad para regresar donde está la buena gente, los buenos, a cometer sus fechorías. Hace más o menos seis meses un operativo puso tras algún tipo de rejas, que esperamos sean las correctas, a uno de los ayudantes de aparente peso específico del cártel de Sinaloa. Mi hermana menor entre escandalizada y con una risa incrédula me dijo que lo habían aprendido en el Fraccionamiento de Fidepaz y que además era conocido como el ingeniero X. Mi escándalo derivó en certeza de
El divinal auto de las llantas ponchadas Hace dos días el coche despertó con una ponchadura. Era una mañana extraordinaria de verano. La humedad no había subido y B. se disponía a salir por las vituallas de la quincena. Yo alentado por el día y el fresco de la mañana me propuse arreglar la bicicleta de Cami, responsabilidad que había dejado para cuando pudiera recobrar de mis archivos infantiles cómo se desponchaba. Había algo en el día que me motivaba a ser útil, cuando menos para mi familia. La voz de María me llegó desde el frente con un grito que sonaba a un holocausto acompañado de un “papiiiii...” Pensé que serían las ganas de María porque algo ocurriera para sacarnos de nuestro ritmo pausado de vida veraniega. Decidí seguirle el juego y respondí desde atrás con un ¿qué? que sonaba más bien a indignación por descubrir que lo que me pediría habría sido algo baladí. “El carro tiene una llanta ponchada” salió su voz desde un costado de la casa por donde había salido con cara de “¡es