Para no morir en el intento La historia de la literatura mexicana, y quizá de la hispanomericana, carece de todo un aparataje industrial que la alimente, es decir, que la profesionalice. En México no se puede enviar un manuscrito a nadie para ser considerado como publicación, salvo que seas de los afortunados en conocer a los tres que parten el queso en las instituciones públicas, ya sea en la UNAM, en el Conaculta o en el Fondo de Cultura Económica. Si careces de semejante roce social es probable que continúes tan inédito como siempre soñaste ser cuando tenías 19 años y te sentías poeta maldito y bien contracultural. Para llegar a las zonas privadas de la cultura mexicana es menester también contar con una habilidad para la plática de salón que está dada, esa sí, por una situación de rancio abolengo y de familia literaria, como varias veces lo ha declarado uno de ellos, en el que descansa la crítica literaria mexicana, Christopher Domínguez. Ese grupo más bien limitado tampoco recibe
Blog dedicado a la reflexión y descripción teórica del mundo cómico-mágico-musical de Raúl Carrillo Arciniega