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Mostrando las entradas de 2010
Lo que quedó del año Los años se acaban y sus contemplaciones aparecen como augurios de algo que fue y que a través de su constatación son establecidos en una especie de inmovilidad que los preserva. Por eso la formulación de lista sobre personajes, libros o películas que inmortalizaron el año empiezan a circular, más como comprobación de que se está vivo aún y que no sólo se la pasó uno contemplándose al espejo (aunque haya sido el caso de muchos). No gozo de ninguna tribuna autorizada por ninguna corporación o grupo que valide y valore mis opiniones, por lo que lo que yo diga o deje de decir no tiene la menor importancia salvo para aquel que crea que la tiene sólo porque me conoce. Así, no pienso hacer ninguna lista que diga qué es lo que valió la pena en el 2010, sino tratar de hacer una reflexión sobre lo que tan difícilmente se puede historiar: los gustos personales. Al mismo tiempo, el problema mayor al que se enfrenta un crítico “judicial”, siguiendo la terminología de Northrop
¿Todo lo de los zombies? No he podido resistir la tentación de continuar con el informe de los zombies. He recibido misivas muy alentadoras para explorar más a fondo las circunstancias por las que los zombies han capturado la razón de muchos chiquitines en todo el mundo. Los comentarios a los que he tenido acceso han llegado de distintos lugares y por circunstancias diversas. Sin embargo, todos hacen hincapié en la necesidad de seguir profundizando en el asunto. Cabe mencionar que voy un capítulo atrasado, por lo que el “spoiler” no está garantizado pero sí su análisis. Como bien comentaba mi querido amigo anónimo por ahí, el episodio que siguió se llamó “Vatos” y en efecto hay mucha tela de donde cortar. Siempre ha habido un confusión y hasta debate acerca de la grafía que con la que debe escribirse, mismo debate que los gringos han clausurado y lo han puesto con v, que correspondería al vocablo apocopado de chivato, que significa soplón, según su majestad la academia. La de
Todo lo de los zombies Al pensar en el terror que puede causar el ser humano me queda claro que una de las fascinaciones más demarcadas es el sabor de la carne, tal vez de la carne humana que se pasea con el deseo de ser devorada. Quizá por eso los vegetarianos alardean de su pureza espiritual y ven a quienes disfrutamos su sabor con fruición como si fuéramos unos descastados sicópatas que han venido al mundo a llevarse la poca cordura que queda en el sabor de la lechuga y el tofu. Los zombies siguen estando de moda. La moda de la carne no habrá de pasar por más que veamos documentales del terror en donde quede constancia que la carne que ingerimos está aderezada con mierda y que podemos incluso morir por sus delicias. El tema del zombie ya lo había tratado con anterioridad en alguno de mis comentarios pasados, creía que tendría que clausurarse porque ya no había más qué hacer o qué sacar de la carne cruda arrancada a mordidas limpias sin la previa salsita con la que nuestr
Otoño y sus clásicos Estuve en la zona de Arlington-Dallas-Fort Worth, Texas hace unos cinco años. Me invitaron a dar una charla en la Universidad Texas, en Arlington, sobre algún tema relativo a mi tesis doctoral que había concluido hacía un año. Esta visita tendría la posibilidad de una posible contratación que nunca llegó. Aparentemente mi tema, o mejor dicho, mi carácter y poco dominio en el asunto chicano no fraguaron del todo para ser el elegido por el cuerpo de profesores y llenar la cátedra de poesía latinoamericana con posibilidad de articular algo sobre la literatura de la frontera. Sólo estuve dos días y una noche. Antes de mi visita no sabía nada sobre el área, sólo que en Dallas jugaban los vaqueros y que había un alto número de ellos. De igual manera había pisado un par de veces el aeropuerto para hacer conexiones de o a México. Uno de los del comité, al que llamaré Cristóbal, me recibió en el aeropuerto. Me habló entonces de la maravilla del lugar y de lo que
Entre la Barbie y una mujer desnuda Barbie es el diminutivo anglosajón de Bárbara. Ese diminutivo es ya un mito dentro de nuestra mentalidad cultural de Occidente. La Barbie domina el imaginario de todas las niñas que aspiran ser una belleza mediatizada, exotizada y en una palabra contempladas. La Barbie se ha llamado también doña Bárbara en Latinoamérica y Arturo Cova, su protagonista, no se pudo librar de su embrujo por toda la selva adonde se adentró para ser, fingidamente, un cauchero más. Cova, tal vez por el contagio que tiene doña Bárbara, trata de emular lo que no es, de despreciar lo que tiene para al final buscarlo y al mismo tiempo mostrar todo un comportamiento esquizoide de todo lo que no ha podido ser sólo por ser lo que le ha tocado. Cova cae en una fiebre intensa que le hace delirar una condición que no existe. El caso ahora de la Barbie mexicana es una fenómeno que capta todo un universo de índole significativo: dos preguntas saltan a la vista: la primera por qué le di
Piedra de sacrificios Mis hermanas me dicen que mi madre miente, que está paranoica porque dice que sus vecinos son narcos. Dice que la espían y que le quieren robar su casa y entrar a llevarse lo poco que queda y con ello llevarse el honor de la familia, porque nosotros sí somos de buena familia y ellos sólo tienen un dinero que nos han robado. Mi madre, que todo lo predice desde su paranoia acertada, nos ha quitado el pensamiento maniqueo de pensar que los delincuentes viven en zonas marginadas de la sociedad para regresar donde está la buena gente, los buenos, a cometer sus fechorías. Hace más o menos seis meses un operativo puso tras algún tipo de rejas, que esperamos sean las correctas, a uno de los ayudantes de aparente peso específico del cártel de Sinaloa. Mi hermana menor entre escandalizada y con una risa incrédula me dijo que lo habían aprendido en el Fraccionamiento de Fidepaz y que además era conocido como el ingeniero X. Mi escándalo derivó en certeza de
El divinal auto de las llantas ponchadas Hace dos días el coche despertó con una ponchadura. Era una mañana extraordinaria de verano. La humedad no había subido y B. se disponía a salir por las vituallas de la quincena. Yo alentado por el día y el fresco de la mañana me propuse arreglar la bicicleta de Cami, responsabilidad que había dejado para cuando pudiera recobrar de mis archivos infantiles cómo se desponchaba. Había algo en el día que me motivaba a ser útil, cuando menos para mi familia. La voz de María me llegó desde el frente con un grito que sonaba a un holocausto acompañado de un “papiiiii...” Pensé que serían las ganas de María porque algo ocurriera para sacarnos de nuestro ritmo pausado de vida veraniega. Decidí seguirle el juego y respondí desde atrás con un ¿qué? que sonaba más bien a indignación por descubrir que lo que me pediría habría sido algo baladí. “El carro tiene una llanta ponchada” salió su voz desde un costado de la casa por donde había salido con cara de “¡es
La redes del poder: Obama y yo Tengo pocos amigos y los pocos que me quedan ya me hablan poco; tal vez me gustaría tener un millón de amigos pero creo que no sabría cómo demostrarles que me importan. Ya aquellas épocas en que mi madre decía que yo era muy amiguero han quedado difuminadas en mi mente y siempre he creído que exageraba porque no quería ver que en realidad yo era muy antisocial. Se sorprendió mucho al llegar a recogerme una vez cuando estaba en la primaria particular Simón Bolívar, porque un niño, cuyo nombre he olvidado, me dijo “¡Nos vemos Carisma!” Mi madre lo tomó como la verbalización de una cualidad innata de su hijo para tener carisma con la gente y llegar a ser presidente de la república. En aquella ocasión el niño que me llamó de esa manera lo hizo porque mientras jugábamos “spiro” yo cantaba en voz alta el éxito de “Kiss” cuyos coros había oído en el radio mientras el chofer me dejaba en la escuela esa misma mañana. Éstos rezaban “Car
Albercas Ser padre moderno es sinónimo de sacrificio. La propia sociedad impone un sinnúmero de avatares (en el sentido real del término) por los que los padres comprometidos con sus hijos deben pasar, casi como una especie de iniciación a la inversa. Como parte de ese ritual y preocupación se encuentra cuidar de los hijos para que tengan una infancia “equilibrada”; llena de todas las oportunidades que en realidad les hubiera gustado tener a los padres y que los hijos siempre desprecian porque sólo las padecen. En esta línea de pretensiones fue que por segundo año hemos metido a nuestras hijas a un circuito de natación del condado de Hazard, para citar un referente de ondón. Desde hace un mes y medio mis hijas se han sometido a un intenso entrenamiento físico para competir con otros niños, la gran mayoría gordos, y adolescentes superdesarrollados por las hormonas que consumen en la leche. Eso que en apariencia suena de lo más normal para aquellos que han tenido una infancia col
Handle with care... La masculinidad es una de las cosas más frágiles del universo. Es más volátil que el alcohol de 96 grados, tan frágil como la posibilidad de ser emasculado una noche por algunos aliens sin ni siquiera decir esta boca es mía, o más factible, en una fiesta por una mujer despechada . Para entender tremendo dilema habría que remontarse al proceso evolutivo del primate donde la incertidumbre y el miedo es todo lo que llena su horizonte. Lo que más cuenta en el estatus de la tribu es la mezcla, la posibilidad de procreación y con ella el goce que se puede generar de semejante encuentro. Esparcir la simiente para poblar el mundo resulta ser una de las necesidades primordiales de todo hombre. Dentro de este momento de lucimiento primate hay que reconocer el afán de lograr colocar a la contraparte en una posición de sometimiento más para lucimiento hacia los otros y para franco orgullo procreador. Así la masculinidad sólo tiene sentido para el hombre frente a los otros hombr
Para no morir en el intento La historia de la literatura mexicana, y quizá de la hispanomericana, carece de todo un aparataje industrial que la alimente, es decir, que la profesionalice. En México no se puede enviar un manuscrito a nadie para ser considerado como publicación, salvo que seas de los afortunados en conocer a los tres que parten el queso en las instituciones públicas, ya sea en la UNAM, en el Conaculta o en el Fondo de Cultura Económica. Si careces de semejante roce social es probable que continúes tan inédito como siempre soñaste ser cuando tenías 19 años y te sentías poeta maldito y bien contracultural. Para llegar a las zonas privadas de la cultura mexicana es menester también contar con una habilidad para la plática de salón que está dada, esa sí, por una situación de rancio abolengo y de familia literaria, como varias veces lo ha declarado uno de ellos, en el que descansa la crítica literaria mexicana, Christopher Domínguez. Ese grupo más bien limitado tampoco recibe