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Mostrando las entradas de mayo, 2008
Hay cosas que no me gusta hacer en esta suerte de espacios y una de esas es compartir poemas con el mundo (decir mundo es un eufemismo sólo para los escasos cinco visitantes que tengo a la semana). Lo hago porque es un poema que tendría que haber incluido desde el principio cuando me aventuré, más por curiosidad, a utilizar este recurso como espejo narcisista. El narcisimo está justificado en cuanto a que la morbosidad nos lleva a ver qué ocurrencias ha tenido alguien que hemos conocido remotamente en el tiempo o en la distancia. De igual modo, las relaciones de amor/odio se presentan como glaciaciones que, un tiempo congeladas, se derriten bajo el peso de las coincidencias. Coincide que donde vivo he vuelto a oír la palabra península que creía muerta o evaporada. Desde hace tres años habito en un puerto que parece ser la antítesis de la que dejé hace ocho años pensando que me convertiría en un hombre de verdad, en un héroe invencible o en un dios humanizado. Han pasado cosas: he vuelt