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Mostrando las entradas de enero, 2010
De la enseñanza jesuita aún conservo la nostalgia por el dolor y la culpa. Mi educación religiosa ha estado presente durante todas la decisiones de mi vida para guiarme por senderos en los que la culpa y la vergüenza me hacen un ser absolutamente vulnerable. Tal vez por eso escribo. Por tratar de paliar la culpa que me hicieron sentir por mis pecados, por tratar de reconstruir un discurso, o quizás poblar un vacío y llenarlo de palabras que me hagan reimaginar cosas que he vivido y tal vez inventado para poder vivir lo que debí haber vivido. De esa culpa conservo el recuero de muchos a los que he tenido que conocer sin intención de conocerlos, recuerdo fechas y hasta posibles fisonomías de gente que se me ha aparecido como los fantasmas para recordarme que soy parte de su historia personal y que se empeñan en seguir contándome como sus mejores amigos, a pesar de los ya 25 años que median de distancia entre la realidad que fuimos y lo que somos ahora. Me dicen que no he cambiado
El horror La política me aburre y me aburre la manera de hacer las cosas que tienen los políticos. Me causa impotencia saber que no puedo hacer nada porque perdería mi tiempo y tal vez hasta llegaría a corromperme con facilidad. Es un trabajo ingrato y como nadie quiere hacerlo llegan los peores. De Haití no tengo nada que decir, salvo que la justicia divina parece estar del lado de quienes más tienen y olvida a los que menos tienen, tal vez a la postre eso sea Dios, la riqueza y la blancura. Aquí Haití recuerda a Nueva Orleans, sobre todo porque los negros se organizaron para tratar de recuperar lo poco que les había quedado, con eso me refiero a la dignidad. Bush no hizo nada porque al final no eran de Estados Unidos; eran de África avecindados en el Sur y al sur al sur… sólo hay leones, animales salvajes. Antes del terremoto Haití no era nada, ni siquiera se sabía que era la misma isla compartida por los dominicanos que gracias al béisbol la gente ha oído hablar de ellos