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Repaso a la crítica o ¡Hazlo como hobby!


II

La lectura se fue conformando en una actividad que sólo hacía para llenar aquellos “terribles vacíos”, de acuerdo con mis pares, con los que mi vida se sustentaba y con los que hasta entonces había vivido. Por lo visto, había llegado a una jungla de letras donde la permanencia dependía de la cooptación del adversario, así como de la rispidez del comentario para hundir al contrario de forma inmejorable. Al tiempo entendí que leer no era lo mismo que entender lo leído, y lo que es mejor, acumular lo leído en una suerte de herramienta de trabajo para relacionar lo que se lee con el mundo que te rodea. La mayoría de mi pares no han llegado a entender cuál es la diferencia, y lo que es peor, no saben que tienen esas carencias. De ese modo, gracias al resentimiento que de los otros tuve, pude fijar una actividad que no es propiamente literaria sino analítica.

Asimismo, el resentimiento es el que me ha llevado a formular aproximaciones al estudio de México y sus producciones. En este espíritu resentido (y crítico) salí del país para perseguir y confrontar mis odios y vanidades. Plantear una distinción de esta naturaleza en México desde Estados Unidos, es prácticamente incomprensible y puede ser tomada como un devaneo que lleva la marca de esto de lo que he venido analizando: mi resentimiento. No tenemos una tradición crítica literaria que vea a la crítica analítica como una actividad respetable.

En México se malentiende el proceso analítico del contenido de algo escrito como un producto que debe tener elementos estético que nadie sabe cómo definir, ni cómo identificar. Entre más exótica sea la referencia, más solvencia y legitimidad cosmopolita tiene el que la formula. Cuando se genera una supuesta crítica literaria se realiza en contraposición de una crítica académica (que no es otra más que una rigurosa y atenta). Por ejemplo, el espacio en donde se produce tal crítica es lo que se conoce como “Reseña”. El "reseñista", que la mayoría de las veces es un aspirante a escritor sin la fortuna que tiene el que publica, se dedica bajo sabrá Dios qué credenciales, a despotricar del autor o de su constructo. En el caso en el que “el reseñista” es un amigo del autor, las alabanzas no son escasas y siempre llevan la marca del amiguismo. De igual manera, el reseñista no sólo trata de contar por qué el libro es digno de leerse, sino de mostrar, a toda costa, su erudición y enciclopedia para lucimiento personal. En México las reseñas funcionan de dos manera: si el libro para el “crítico” merece la pena comienza por hablar de un par de libros exóticos, de preferencia autores que no sean del main stream pero sí aspirantes seguros, (leídos en traducción, editados bajo un sello de Barcelonés si es posible). De ellos se extraen un par de ideas para dar lugar a la más variada caracterización posmodernas de una vida urbana postindustrial a la que se empeñan en ver como México City. Luego tratan de relacionar sus vacilantes dos ideas con dos palabras que vieron en el libro mientras leían la solapa y hojeaban el libro en busca de errores tipográficos. El contenido del libro no es desarrollado y no hay evidencia de una lectura, sino el desprecio de quien la escribe por perder el tiempo del reseñista. Saltan a la vista dos cosas: la primera es la envidia de quien la hizo porque el sujeto en cuestión editó su segunda novela en Tusquets sin haber siquiera ganado ningún juego floral de su aldea. Apela a todos su recursos destructivos para pretender hundir al interfecto y a la editorial de renombre que se ha osado en publicar semejante mierda. La conclusión, después de soberano duelo en contra de ser abyecto, trata de mostrar la capacidad de quien escribe para que quede claro que, además de agudo pensador que ha leído nombres impronunciables, es un escritor con un sinnúmero de recursos poéticos. Estas reseñas, por lo general, están plagadas de digresiones, comentarios ripiosos, argumentación obtusa y alusiones personales que hacen de su lectura una actividad insufrible.

La segunda es la reseña hecha a petición del autor. Esta lleva siempre la marca de la envidia y la hipocresía (es decir amiguismo). La estructura no varía de la primera porque lo fundamental es el lucimiento, no del autor reseñado sino del reseñador. En ésta se trata de fingir un alejamiento del texto para dar la impresión de rigor crítico. Se aventuran comentarios de juicio y de valores que “apuestan” por un nuevo canon y un nuevo exponente de la letras nacionales. De alguna manera, la “crítica” vertida dentro de estos espacios trata de establecer una estética de quienes parten el queso de la política cultural en el país. La otra crítica no se basa en estas premisas. Se genera en otros límites y no juega con la coyuntura gubernamental. Esta crítica busca analizar las formas y los contenidos de lo que se genera sin importar el éxito editorial. Es una crítica que busca una conversación con la obra de arte y con la crítica que le ha precedido. Es una crítica que se establece en la lectura atenta, es una lectura para iniciados. Los demás la hacen como hobby.

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