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Repaso a la crítica o ¡Hazlo como hobby!

I


Mi madre dentro de su pensamiento racional y pragmático me advertía con poder oracular que no me dedicara a las fruslerías literarias porque de eso no iba a poder vivir, léase acumular riqueza. ¡Cuánta razón tenía! Yo porfié en el camino de la palabra más por desobediencia y para llamar la atención de mis padres, que por una razón de gustos.

En mi vacilante inicio por la senda de la adultez me entregué a la literatura por mera pose; se me hacía que usar el cerebro dentro del contexto clase mediero mexicano era una rebeldía en todo sentido. El tipo de amistades provincianas a las que estaba acostumbrado no veían más allá de su guardarropa diario y de la acumulación de bienes sólo con afanes de lucimiento. Al ser de los más desprotegidos de los individuos en una escala social, me dedicaba a condenarlos por envidia y a cultivar eso que ellos no tenían: resentimiento.

El resentimiento es siempre visto como una cualidad negativa. En mi experiencia el resentimiento social me ha ayudado a negar y alejarme de eso que nunca me ha parecido buena onda. Gracias a este padecimiento, heredado de mi seno familiar, pude descubrir que lo que más me molestaba es que los demás tuvieran cosas que presumir, dinero que gastar y popularidad que ostentar. Por mi parte me fui convirtiendo, porque no me quedaba otra, en un monstruo plagado de rencor, de envidias y de conocimiento (que era lo único que me distanciaba de quienes no podían relacionar más de dos ideas que se les presentaran para hacer, siquiera una síntesis elemental). Me aislé en el estudio y en el conocimiento que llenaba de soledad y de rencor.

El conocimiento para mí se convirtió en un territorio para drogar mi cerebro con datos, información y análisis. Algunas veces lo conseguí. Fingía no tener ánimo para el mundo consumista y falso, al mismo tiempo que despotricaba contra aquellos que no podían abstraerse de él. Era un mundo indigno el que miraba. Confundido por mis rencores y mis envidias se iba generando dentro de mi espíritu una crítica de lo más obtusa y abusiva de la que jamás ser pensante podía preciarse. Las palabras de mi madre hacia mi afición fingida, fueron forjando una estética, no sólo literaria, sino un estilo de vida. Un resentido tiende a ver el mundo a partir de la injusticias históricas que el ser humano y su entramado social presentan a sus hijos más desgraciados. Me hice crítico literario para despreciar con mayor soltura lo que los demás fabricaban con su mundo demencial y sus neurosis cotidianas.

En los días en que trataba, con extremada dificultad, de escribir aquello por lo que había ganado la animadversión de mis familiares, me sentía completamente incapaz para verter un par de oraciones cuya sintaxis pudiera ser de mediana calidad. Después de frecuentar diverso número de talleres literarios, con lo más mediocre de la gama tallerística del país, no pude soportar las críticas de mis condiscípulos quienes hablaban como si una fuerza ajena a ellos y siempre recibida por arte de encantamiento, guiara sus palabras para situar mis producciones como una burda imitación de nombres que jamás había oído. Hice lo más estúpido de toda las posibilidades que pude haber tomado: dejar de escribir para ponerme a leer. Después de haber leído todos los nombres que amablemente me decía que emulaba, descubrí que nadie los había leído. Sólo imaginaban su contenido por pláticas indirectas que se convertían en lugares comunes de todo lugar que frecuentaba.

Comentarios

Anónimo dijo…
Raul:
Me da gusto que te encuentres bien por esas tierras lejanas de Tu querida Cachanía.
Te recuerdo cuando eras niño y visitabas a tus abuelos maternos en Cachania, a Socorro y Antonino.
Tu abuelo Antonino, un gran futbolista, que nos enseñó ese hermoso deporte a todos los chamacos del "chorizo" en la col. ranchería.
Un cordial saludo
Angel

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