S(h)el(l)fies(h):
Esta noche eres infinito
Dice Sloterdijk en algún lugar de Esferas I que los espejos se
popularizaron sólo apenas en el siglo XVIII. Antes de eso el ser humano podía
pasar días, meses, incluso años, sin ver su figura reflejada. Saber siquiera
cómo era el que portaba un cuerpo sólo era privilegio de los ricos. Ahora
concebir la vida sin el rostro propio es casi como creer que uno sólo es un
espíritu etéreo. La vida moderna nos ha enfrentado a la virtualidad de nosotros
mismos. Dejamos de ser personas para ser el reflejo o proyección de quien
pretendemos ser. Así la realidad virtual, es decir, la irrealidad, es la que al
final nos conforma como seres que nos apartamos de lo que somos para dar paso a
la invención de lo que podemos mostrar. La autenticidad no es ya un atributo
moral que impera dentro de nuestro esquema valorativo sino un lugar para ser
manipulado, construido mediante imágenes y pequeños textos que se “postean”
donde haga falta. Ahora prescindir de las redes sociales es condenarse a un
ostracismo casi cavernícola. Es, deliberadamente, marginarse y fundar un nuevo
tipo de misantropía. Hacer amigos resulta tan fácil como mandar una solicitud y
convertirte en un número más o en un seguidor menos. Los que condenan a twitter
por baladí o los que lo exaltan por sintético como producto de lo que es la
verdadera post-post-post-modernidad son parte de una misma tribu cibernética
que se aleja de lo real para vivir en lo plano. El mundo de tres dimensiones
tangibles queda estatizado dentro de un mundo aparente que compite con la realidad
imaginable. Creo no condenar la modernidad pero sí lo hago. No sus formas pero sí los manejos que se
hacen de una tecnología que en lugar de comunicar desinforma y aísla. Es más
fácil no pensar que hacerlo. Es más fácil entregarse a una forma dada que
cuestionarla. Ahora que la rebeldía ha perdido todo sentido, cuestionar la
crítica es un acto que se considera aburrido, sin ningún objetivo porque toda
crítica lleva la marca del inconformismo. A éstos el mundo los aliena y los
margina. Afirmar la falta de dirección en todo es sólo síntoma de quien está
confundido y por lo visto todo el mundo está confundido. De lo único que se
tiene plena conciencia es de uno mismo. Por eso las famosas “selfies” han
llenado todo el vacío metafísico con el que la humanidad se ha entregado a
Dios. La gente con sus caras malformadas se entregan a sí mismos pensando que
el mundo los contempla con la misma curiosidad con la que ellos se admiran. Contemplarse,
es decir, tener plena conciencia de sí mismo como entidad fotografiada, nos
lleva a renunciar a la interacción con el otro sólo porque creemos que el otro
tiene la misma necesidad de no verse para ver a aquel que no ha visto. En esta
era tecnológica lo único que importa es uno mismo. Los demás son el gran
espectador ignorado, los extras de una producción que echamos a andar cada vez
que nos levantamos todos los días pensando en que nuestra vida es más
interesante que el resto de los demás aunque en el fondo todas las vidas
internáuticas sean igual de anodinas.
La tecnología no hace que proyectemos
todo lo que queremos ser sino lo que potencialmente somos: seres infelices,
marginados por el mundo que todo lo margina, débiles buscando una heroicidad
que por no salir de la virtualidad portamos con orgullo, seres insatisfechos
por conquistar otro poder, otra opinión. El mundo en su virtualidad nos ha
llevado a negar el lugar de nuestro existencia. Es el logro de un platonismo
cristianos que pretende arrancarnos la imagen de lo que alguna vez fuimos para
mantenerla ahí inmutable. Es la nueva alma. La nueva post-post-post modernidad
ha rechazado todo el cuerpo. Ya el otro como presencia es intolerable, sólo me
interesa en la medida que me da un “me gusta”; en el que retuitea las cosas que
considero importantes no para los demás sino para que juzguen el buen gusto y
me erija como ídolo de las masas, portavoz de lo trendy. El otro ya no existe;
ha sido aniquilado por la propia ley del mercado, que la gente confunde con
libertad. El capitalismo al final ha descubierto cuánto cuesta la felicidad,
cómo se compra la rebeldía y desde dónde sale lo mejor de ti: eres grande e
infinito en tu perfil y si lo promueves más.
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