Ir al contenido principal



El perseguidor de Johnny (continuación)


II


Por eso escribo; para perseguir en secreto a todos los que se me atraviesan por la vista. Escribo en las tardes cuando todos duermen, cuando todos los que me ven ni siquiera me imaginan, y es que nadie imagina a nadie, nadie se prefigura dentro de ninguna salvación o dentro de ningún rito ajeno. Mientras yo persigo en silencio hay quienes acosan para convertir al hombre en conciencia de que sí hay otra cosa, otra vida, otra necesidad de ser otra gente y de no perseguirse tanto, y es que el paraíso terrenal se llama del algún modo, está por ahí doblando la esquina, llenando el tanque; por lo regular tiene un horario fijo, huele bien y tiene pisos brillosos, hay sonrisas por doquier, despide amor amor y amor. Ellos también persiguen, ellos también sienten que les pertenece el mundo y que Dios les habla en su lengua, y por qué no si todo lo puede y todo lo domina. Allá están los otros perseguidos. Aquí estoy yo frente a la persecución de mí mismo, frente al tamaño de una letra, frente al temor de la desgracia, frente al temor de los hombres. Cuando veo en sus ojos que no puedo leer nada los pienso como seres humanos, tan imperfectos como yo y me asusto… me dan miedo. El perseguidor se escandaliza de las cosas que no ha hecho y de las cosas que faltan por hacer, años ya pasados, cosas ya hechas y todavía indecisiones tratando de no tomar la famosa acción de ser yo el que lo quiso de esa forma, sino aquel que tuvo que hacerlo porque no quedaba de otra. Y así me fui haciendo un traje que me he puesto a diario por ser el de batalla, y de a la ligera, el de la penuria, el del temor que no siento o que sentí cuando era niño y había que leer frente al director con fluidez para que el regaño no llegara y la vergüenza casi no se notara. Recuerdo que fue sólo una vez, un miedo me recorría por todo el cuerpo, temblaba, el capítulo del libro podía ser cual fuera, el objetivo debía ser leer sin cometer un solo error de puntuación ni pronunciación. Vivía con el miedo sobre mi vida, no recuerdo el momento, o tal vez lo he olvidado, Berenice dice que lo desagradable se olvida pronto, tal vez leí y si leí lo hice mal; seguro me sentí miserable como me siento siempre que fracaso, y en realidad empiezo a recordar unos ojos expectantes, una sala aislada, un silencio de iglesia y un perseguidor traspirando sangre, un pequeñajo sacrificado por la mala dicción y el tartamudeo de ser uno más de los fracasados, de los que se derrotan porque se acuerdan cuando fueron menores, cuando por un descuido se ha olvidado cómo se entienden las cosas cuando el perseguidor sabe que es una mierda. Sabe que los hados se conjuran para hacer que la lengua tropiece cada vez que un deletreo obligado o una palabra que no formara parte del vocabulario de un niño de sabrá dios cuántos años, porque lo he olvidado. Era entonces que la lengua sufría de serios problemas para decantar sus sonidos y estremecerse por el ruido del mundo; el ruido de palabras que me eran desconocidas, palabras que de igual manera me sonarían a ofensa o a burla sólo por el tono del disparador. Hablar fuerte, levantar la voz y seguir existiendo mientras el mundo se unía a otras cosas que no fueran lecturas en voz alta. Desde entonces considero un mundo dentro del espacio exterior, un mundo por el que he sido juzgado, por el que sigo siendo juzgado, acometido, neutralizado y hasta destronado de la gloria instantánea de un momento cual sea.

Es curioso que el perseguidor de sí mismo se vea como cualquier otro perseguidor de sí mismo. Después de tanto tiempo recuerdo cuando los balbuceos me llevaron hacia la lectura, por el afán de aprender palabras que me aislaran de los demás. Palabras que nadie debía de saber el significado para que fueran como un secreto y que dentro de ese secreto se fuera divisando un mundo aparte. Y así fue como después, justo hoy, cuando el perseguidor de sí mismo busca las palabras que le formen una estructura lingüística distinta de la que solía seguir recordando, o mejor, viviendo, la angustia del balbuceo, de la liviana estructura, del abismal misterio de componer una lengua ajena, rara universalmente hablada, musitada, mutilada, vuelta a creer, sin otra misma melodía que un encuentro para realizar la exhumación, el atroz encuentro de los tiempo idos, de los tiempos que se forman con el maltrato de los semejantes. Pero… eso es también mi lengua, la que me sangra en las noches, la que sabe lo que puedo hacer, la que me invita al devaneo, la que me destruye y me hiere como si fuese una vocal, la que al nombrarme me sacrifica, me duele de verla, acurrucada por un sinnúmero de infiernos que la derroen, y no es mi lengua. Es la lengua de la desventura, es la lengua de ver el mundo. Así que aquí me encuentro, viendo cómo me construyo cuando me voy haciendo. Estoy aquí, en este lado del mundo. Perseguido por el sueño de la posesión, perseguido por el sueño, por el señuelo, por la felicidad de la posesión, por el olor al tiempo, por recobrar lo que he perdido y que sigo persiguiendo, tal así es que lo que perdí era un paraíso, un lugar inhóspito, una mentira degradante, un grito de arriba, una voz que no escucho, una voz que niego, que tal vez no oía. Pero ahora que mis oídos están cambiando, busco articular una respuesta que llene los requerimientos de quienes despistando al viento han doblado por no sucederse en el tiempo; y es que el tiempo sigue siendo tan fuerte que no lastima. El tiempo que no debe ser una sola cosa. Y aquí está el hombre desvivido por sí mismo, vencido por la cercanía que tiene en el alma el fracaso de su estirpe. Fue un sueño, un juego, una ficción que ardía en el tiempo, un lugar común para volver a aparecer, para repetirlo hasta que yo mismo acabe de perseguirme y que no sea lo que he sido. Tal vez otra cosa, una sucesión de silencios congelados por el refrigerador de los días.


Comentarios

Entradas más populares de este blog

Teoría de la soledad Una de las funciones de estas redes sociales como Facebook y, el mayoritariamente usado por los hispanohablantes, Hi5 es percatarse cuán solo está uno en el mundo. Esta revelación en realidad no es nada nueva, sólo la manera de comprobarlo. Por supuesto gozo de “perfiles” en ambos lados, en los que sólo tengo escasos 10 amigos, de los cuales 5 son prestados, 3 son familiares, una es mi esposa y el otro es mi amigo de la Facultad. ¿Por qué entonces me empeño en tener un lugar en el espacio cibernético? no lo sé… supongo que sólo por estar “in” y que no se me tache de anticuado a mis juveniles 36. A veces estoy más preocupado por lo que puedan pensar de mí (esos 5 amigos prestados) que lo que en realidad quiero hacer (como se dijera por aquí, seguro son  mommy issues ). Así, este contacto internáutico que se manifiesta en un lugar virtual, sólo me ha servido para morirme de envidia por la cantidad de amigos que los demás ostentan cuando entro a revisar sus “perfiles”
De Pavadas Hoy es uno de esos días raros del mundo anglosajón masificado. Llevamos alrededor de 7 años haciendo como que celebramos o nos enteramos de que existe, este día que llaman “Thanksgiving” y que la mejor traducción de todas en español sería Navidad Anticipada. En cualquier caso, la costumbre nos ha llevado a parar a lugares insospechados y a rituales en los que cada persona dice por lo que debe estar agradecida, sin saber si quiera quién es la persona o sus circunstancias. Se supone que es cuando los gringos se reunieron por primera vez con los indios para no morirse de hambre. Desde la perspectiva humanista de esta gente, (he hecho una encuesta con mis alumnos) creen que los que se morían de hambre era los indios y no los pioneros. Después de saciarles el hambre con sus guajolotes, que sólo veían como pájaros salvajes, algo así como ver avestruces, los pioneros decidieron matarlos a todos por su gentileza. Gracias a este gesto de saciar el hambre del hombre blanco –y tal vez
Pater Familias Con la paternidad el mundo y su pedagogía devienen en una suerte de expresiones maniqueas. El mundo se vuelve un lugar de absolutos y de aseveraciones tajantes. Cosas por las que jamás me había preguntado se transforman en material debatible para mostrar la intolerancia y la angustia de ser padre. Las explicaciones que se tienen que dar deben encuadrarse dentro de un esquema de intelección infantil, que no siempre resulta asequible, sobre todo cuando todas ellas estuvieron ausentes dentro de la propia infancia de quien tiene que facilitarlas. Los números de libros que hablan sobre cómo uno debe educar a sus hijos se multiplican, mientras los programas de televisión en donde los niños, que han dejado de serlo para convertirse en monstruos, son domados por una especie de super mamá salvadora, nos recuerdan que la paternidad puede ser algo doloroso. De ese modo, el universo del padre se convierte en un reino de aproximaciones y, la mayoría de las veces, fracasos. Hoy más q