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Verde que te quiero verde: apuntes sobre la diversidad de las almas en la diversidad de los tiempos



La diversidad es una plabara que puede parecer un poco peligrosa. Como puede llegar a ocasionar desatinos turísticos, es, la mayoría de los casos, una amenza para los que no pertenecemos al engranaje; para aquellos que, traspasando la frontera,o mejor dicho la barrera no sólo geográfica sino además lingüística, hemos aparecido en esta tierra. Más concretamente en el Sur del territorio imperial, junto a la frontera que divide los ricos de los pobres. Ellos y nosotros. Al formar parte de la diversidad mi espíritu debía verse en ocasiones ensalsado y en otras disminuído, dependiendo el tópico sobre el cual se ventilara el tono de la conversación. Debo decir que apelo a los problemas lingüísticos porque han sido los que más me han aquejado en los últimos años de estadía en este cinturón, no de miseria como a los que estado acostumbrado, sino de oración y beatitud protestante. La lengua es uno de los elementos más volátiles de la cultura que el hombre trea cuando se exilia, y es el que, de momento, afirma las distinciones espaciales. El movimiento que mi familia operó, o que mejor, hice que operara, nos trajo unos ventajas que mi esposa y yo estabamos buscando para la elevación de lo que se llama “calidad de vida”. Sin embargo, no previmos los efectos a largo plazo de lo que sería una economía sólida por la pérdida completa de ideales. Por un lado la lengua de nuestro “enviorment” comenzó a contaminar nuestro universo. Nuestra hija, la más grande, comenzó a nombrar las cosas con palabras de la lengua exterior y nosotros, si queríamos sostener eso que nos identificaba, procurábamos, en un acto de responsabilidad cultural, ofrecer el vocablo apropiado para que conociera “el otro modo de llamar a las cosas”, la otra lengua con la que habíamos crecido y que sentíamos como nuestra.
Esta lengua que era lo único que me vinculaba con mi realidad ulterior y con mi madre, incluso, resultó ser, para la academia y su respectivo grupo lingüistico, un proceso de imposición del conquistador del cual debíamos, si no estar avergonzados, sí vernos como una especie de deformación monstruosa que había que defender por el honor y la dignificación de los nuestros que aún no sabíamos si debíamos ser como el Imperio o algo distinto que nos diera una forma superior de armonía con el mundo.
Siempre que uno se enfrenta al martiro de la libre autodeterminación de los pueblos y a su frecuente comunicación, te descubren como portador de una información cultural, como bastión inquebrantable de la idiosincracia de todo un continente que balbucea la misma lengua, incluso como El Conocedor Único e Indivisible de una tradición histórica que nadie maneja y que a nadie le importa. Así, los amantes de la famosa diversidad cultural buscan, de cualquier manera, atajar el proceso de contaminación e infiltración para señalar lo que no les es propio, lo diferente y etiquetarlo de la manera más “polite” que se pueda como la “diversidad”. De ese forma, lo que no es como ellos es diverso. Para alguien que proviene de una cultura en donde la mezcla es lo más común, no deja de sorprender cómo se da la división, cómo se marca la falta de movilidad para con cualquier otro; cómo, pese a tantos años de “convivencia”, no ha habido la más mínima disposición corparal al deseo, a la lujuria o si quiera a la experimentación de un orgasmo multiétnico. Así, lo diverso ha tenido que someterse a varias nomeclaturas que los dominantes han esparcido para nombrar lo que es diferente. Y creo que aquí es dónde radica el problema, no en la nomeclatura sino en que lo diverso proviene de lo diferente y que lo diferente está dado porque se cree se posee algo innato que posiciona a los individuos mejor por el sólo hecho de haber nacido con ciertas características físicas y bajo algún suelo dado. De esta manera, los azules quieren seguir siendo azules porque piensan que el azul es el mejor color del universo y todo aquel que no sea azul se tiene que ir a otra caricatura en donde los monitos anden corriendo por la pradera todos verdes y encuerados, hablando en lengua verde. Y creo entonces que esta cuestión de los colores no tendría nada de malo si las comunidades verdes y azules no se conocieran y nadie supiera de la existencia de otros rosados. El problema, con un poco de historia de por medio, devendría en que los verdes vivían muy tranquilos sometiéndose entre ellos, conquistándose entre ellos --no diferente a lo que hacen las bestias--, para demostrar quién, a través de la fuerza, gozaría del respeto de los verdes. Un buen día los azules llegaron en sus naves espaciales y como los vieron a todos pelados, y eso en su caricatura estaba visto como signo de bajeza extrema, los identificaron con salteadores de un orden que había llevado a los azules a la articulación de leyes crueles de exhibicionismo mediante la tortura pública.
Los azules, que inventaron la palabra mórbido, sintieron envidia de la desnudez y corrieron a taparlos para después, ya en una posición cultural más pertinente, violar lo que pudieron para ocultar la frustración de parecer idiotas arropados en temperaturas extremas. Luego los azules, amantes en extremo de la muerte, llegaron con la novedad de que habían desarrollado amplias técnicas para la destrucción de lo que hiciera falta. Aburridos y descorazonados de tener que responder a la necesidad de exterminio para con ellos mismos, decidieron hermanarse en el asesinato y condenar la desnudez que hacía a los verdes faltos de toda dimensión azul, porque claro, eran más verdes que lo verde que cantó el poeta. Después llegó la hora de imaginar y fue cuando vino lo peor, resultó que imaginaban cosas distintas, que los azules habían inventado todo un mundo que no conocían y como lo habían estructurado en forma de una especie de escape y de necesidad bondadosa, decidieron que lo que ellos imaginaba estaba bien, que eso debía ser porque como los azules dominaban más técnicas para matar, los colocaba en una postura superior. Al controlar la muerte, empezaron a controlar la vida: “yo imagino tres dioses", por ejemplo "y ¿tú..?” “pues la verdad es que no lo tengo muy claro porque nunca los he visto…”. “No, yo imagino tres que son casi lo mismo pero que no son iguales y por los que debo aniquilarte”.
La posesión de los mecanismos de coacción llevó a que los verdes trataran de incorporar las nuevas ideas que se les ofrecía de un manera nada impositiva sino por el libre albedrío (si no imaginas lo que yo te mato). El lugar de la diversidad fue tomando connotaciones de poderío destructivo. Tú eres diverso porque lo digo yo, eres diferente porque apestas y tu culo está rosado. Eres diverso porque mi mami me dijo que los de color verde y amarillo imaginan otras cosas y tienen otra dieta, así que si quieres que no aniquile tu esperanza y tus entornos no vengas a decirme lo que imaginas. Mejor has de convertirte en un remedo de mí. La movilidad se dio porque los azules decidieron salir de donde estaban tan bien desarrollando sus técnicas para enseñar a imaginar, y hacer extensivo su conocimiento del mundo metafísico, mismo que decidieron que fuera absolutamente necesario. De esa forma, al parecer los azules salieron de su cuento porque decidieron que era necesario que todos conocieran lo que tenían. Allende la frontera buscaron la paz que les faltaba porque no sabía qué hacer con todo lo que habían diseñado para la muerte. Y llegaron muertos de miedo, con el mundo hecho de creencias en dioses azules, tal vez calvos y que se asemejaban a sus abuelos. Los verdes pensaban lo mismo sólo que sin escritura, sin nada de lo que ahora hago, heredero de los verdes, creyendo que la escritura estaría al servivicio de dios y que dios sabría leer aquello que aún no comprendo cuando soy parte de lo diverso.
Así, mis ratos de ocios y de angustia humana los mezclo con especulaciones acerca de la diverisidad y si debo ser considerado como ser humano o no, (recuerdo cuando una que era amarilla pero que pensaba como azul, me dijo que debía estar agradecido por el favor de haberme considerado cuasi digno de ser portador de una diversidad) . Hasta ahora no me he enterado si tengo de veras un alma, o si cuando me burlo de lo sensible que puedo ser, del miedo que tengo cuando la calle no es lo que era porque antes tenía menos edad, lo hago porque todavía no encuentro lo que me hace diferente de aquellos que dicen ser buenos, que rezan diario y aman a la naturaleza porque seguro tienen un alma pura y grandotota, es decir, azul.
Años más tarde en el Salón de la Justicia cuando la historia se coloreó de la manera en que está ahora, al haber traspasado la barrera, lo verde que te quiero verde se ha desprendido de mi piel y las patas me apestan como nunca. Ahora mismo puedo sentir su tufo saliendo del interior de mi acento para llegar a colocarse en algo que no soy, un remedo de verde, una imposibilidad azul.

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