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Batman que nos salve


Había querido esperar a que las aguas de la elección se amainaran. No había escrito tal vez porque no tenía sentido hablar de cosas que me superaban y que de alguna manera no podría agotar. He seguido con atención el proceso electoral con gran decepción. No por el proceso en sí mismo sino porque todo lo dicho y lo ocurrido no han sido sino crónicas de una manipulación anunciada. Las viejas prácticas del nuevo PRI no son algo que me sean ajenas. Mi pasado familiar me ha expuesto a todas ellas e incluso diría que las he visto nacer en la sala de mi casa. Tal vez por algún error en mi holograma genético decidí no dedicarme a una política que se practicaba en los años noventa cuando mi padre era parte activa de ella y podía haberme preparado para el arte de comer mierda sin hacer gestos. Muchos de mis condiscípulos de la preparatoria han decido no hacer caso omiso al cuidado de sus padres y hacerse acreedores de un linaje que ellos entienden como propio, como feudo institucionalizado, algo que sería cuestión de tiempo para que llegaran a los puestos claves. Por ejemplo conozco personalmente a los tres candidatos a senadores, hoy nominados, y lo que es peor, mi hermana menor fue nominada por unas semanas por el PANAL para ser su candidata por Baja California Sur. El priísta es incluso conocido del círculo en el que mi padre se movía. El candidato por el PAN era un priísta con el que departía, a petición de mi padre, cuando estudiaba Letras en la Ciudad de México. Clamaban ser poseedores de los mecanismos para reparar el daño construido por sus padres. Yo los oía con descrédito y fingía no entender lo que decían sólo porque saberme parte de ese grupo me incomodaba. Por ellos más que por el quehacer de lo que se conoce la política no quise dedicarme a esos asuntos. Pensé en que los vería por muchos años y tendría que pactar, trabajar y, lo que era peor, ver sus caras a diario.


Hablar de elecciones, entonces, es hablar de un poder que se reparte por quienes lo han dominado por muchos años. Cada día que pasa atestiguamos los mecanismos de construcción de poder priísta y se reafirma el hecho de que el electorado puede ser comprado con dinero sucio. Para mí existen dos cosas altamente desoladoras: la incultura de la gente que vota por razones muy pedestres y casi biológicas (alimentarse un día o un sexenio, o querer aparearse con algún candidato); la segunda y la más lamentable es la falta del ejercicio de la ley, lo que en inglés se llama “the enforcement of the law”. Las instituciones que no hacen cumplir la ley porque la ley siempre está inclinada hacia quien es el portador del poder. Las leyes en sí mismas no importan sino su cumplimiento. Es evidente que el PRI ganó por un juego sucio y que no se sometió a las reglas del juego. Fue el hermano grande cachetando al más chico, haciendo uso de toda su fuerza para que nadie abriera la boca. Sin embargo, el problema doméstico está sólo simulado. La familia es disfuncional y el papá no sabe qué hacer en estos casos porque el hijo mayor le ha prometido una buena pensión para el resto de su vida. Sencillamente la elección debería ser invalidada para demostrar que la ley está por encima de los hombres. El problema es que si no es así no habrá ningún Batman que nos salve.

Comentarios

Anónimo dijo…
Batman es capitalista....y todo este asunto es el capitalismo. Abajo el capihtalihmo, mi hehmano!

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