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En tierra de zombies

En los años noventa cuando tuve la mayoría de mi formación intelectualosa y sentimental, las películas de Hollywood me eran siempre desdeñables y más que eso, llegaba a juzgar la calidad moral de quienes las veían y se abstraían en una realidad ajena a la suya para vitorear y corear una lengua y una realidad que no eran la suya. Ahora después de casi diez años de estar en Estados Unidos los contenidos hollywoodenses me parecen cada día más cercanos. El hecho de tener hijas nutriéndose de él me ha convertido en alguien mucho más receptivo a sus producciones y sobre todo a sus motivaciones. Aún me siento como extranjero, porque lo soy, y outsider, porque nunca lo he dejado de ser, pero creo poder establecer puentes y conexiones mentales para poder llegar a entender su mundo. Como mi vida siempre ha estado marcada por la ausencia y la huida he tratado de reflexionar sobre el desplazamiento que la motiva. Hasta hace poco creía que ir de lugar en lugar era parte de un planteamiento estético para poder rastrear las diferencias culturales que nos hacen extraños a todos. En realidad no he podido encontrar ni las diferencias ni las similitudes que nos hacen ajenos o que nos hermanan. No soy muy dado al contacto con el prójimo y menos cuando no tengo de qué hablar porque siempre he creído que hablar del clima y sus cambios no conduce a nada sino sólo a desaburrir al otro que no sabe cómo quedarse callado.

La tradición de ir de un lugar a otro por carro es algo que la cultura norteamericana siempre ha tratado de ponderar en su industria fílmica, ya sea para mostrar su inmensa geografía, casi invivible, o para dar cuenta de su manera de desarraigarse completamente. Permanecer en una sola ciudad durante toda la vida podría significar la anulación completa del individuo y, al final, el movimiento da frutos y renueva perspectivas.

Todo este preámbulo a manera de introducción para hablar un poco sobre el por qué la imagen de la huida se propaga tanto dentro de las producciones fílmicas gringas. La vida gringa en general es bastante monótona, tanto que se puede planear con facilidad lo que se hará en 5 o incluso 15 años de vida. No sé si el tiempo, o su percepción, cambia con el correr de los años y que cuando se es joven no es tan implacable como dice la metáfora. Por eso imaginar la destrucción del mundo es una de las principales narrativas que nos encontramos en las tramas de las películas que consume el grueso del mundo. También las figuras monstruosas que en ellas aparecen son parte del entramado cultural al que hay que temer. Un ejemplo de estos días es Zombieland. La acabo de ver sin pretender extraer mucho de ella; sin embargo al final he quedado absolutamente conmovido.

La comedia como género tiene la fortuna de desarticular todo los contenidos serios de un tema que preocupa o se repite dentro de la percepción del mundo por quienes es producida. Zombieland, una película que no es una gran superproducción ni tampoco ha sido un gran hitazo, o como le dicen aquí un “Blockbuster”, es la deconstrucción, no del género en sí de zombies, sino del discurso del Apocalipsis, del roadtrip que no conduce a ninguna parte. El gran tema es la huida y quizá su gran virtud sea darle a los personajes una razón para salir de sus vidas, aunque sea gracias al Apocalipsis o arrastrados por los zombies que buscan devorarlos vivos; la huida trata de reencausar una idea dentro de un mundo que no tiene solución porque todos han contraído una enfermedad incurable que los hace caníbales, devoradores de hombres. Con una nómina de actores del cine independiente y cuatro personajes principales, dos SUVs y una serie de locaciones de destrucción, la narrativa de la película nos pasea y confronta con los arquetipos despreciables de una cultura gringa: el nerd antisocial, con el que misteriosamente me identifico, el cowboy urbano que tiene la manía de pintar un tres en las puertas de la camioneta Cadillac y luego de la Hummer amarilla, ambas de pésimo gusto; la hotchick que al mismo tiempo posee una gran talento para la destrucción y el engaño, y la niña adolescente hermana y cómplice de la bizcocho, que persigue un sueño infantil de ir a un parque de diversiones en California.

Aunque parezca ocioso reflexionar sobre los bizcochos de la película, el cowboy, though guy, no se come a la nalguita sino un pastelito. La alimentación es otro tema que explora y sacia el filme hacia el final. Después de haber perdido al hijo, este ranchero de primer mundo sale a descargar su odio contra los zombies y buscar twinkes para saciar su apetito y recordar una niñez extraviada antes de la destrucción del mundo y su vínculo con la paternidad. Misteriosamente los twinkes han desaparecido de toda la faz del mundo gringo y el cowboy incluso amenaza con llegar a México a buscarlos porque ya sabe que se llaman “Submarinos” en español. El nerdy es el que lleva todo el peso narrativo, y es quien gracias a su neurosis intelectual ha podido establecer una serie de reglas conscientes que escribe en un cuaderno para no ser la cena de los zombies hambrientos. El nerd es una imagen de todo lo que no quiere ser el norteamericano promedio, mejor dado al trabajo manual que al intelectual. Desde su primera regla que es “Do your cardio” y la condena de que los gordos son los primeros en sucumbir a la transformación monstruosa, la película establece un orden inevitable de cómo todo el mundo norteamericano ha tenido que transformarse en zombies dado su necesidad imperiosa de alimentación malsana. El twinke, inclusive, funciona como una especie de resonancia, reminiscencia de todo aquello que era el comer sin culpa o el comer como premio. La hotchick tiene con la hermana una relación maternal. Dicen que gracias a la confianza que se tienen han podido sobrevivir y matar zombies para llevarla al parque de diversiones al que tantas veces había querido ir porque se encontraba en la costa este y sus padres aparentemente no estaban en posición de llevarla por razones que nunca se mencionan. ¿Qué es entonces lo que los mantiene juntos, además de ser los únicos sobrevivientes? Todo parece indicar que es su orfandad, su sentimiento de desarraigo en el mundo y su falta de destino en una sociedad descompuesta aún más por la presencia de los zombies.

El nerd busca, misión por demás infructuosa que todo nerd conoce, que una chica guapa se enamore de él y con ella explorar el sexo entregado hasta ahora patéticamente a su autosatisfacción. Como todo monstruo está lleno de inseguridades, fobias y deseos reprimidos que muestran cómo estudiar daña en realidad la mente y aísla del entramado social. Su vida, al igual que la de sus compañeros de viaje, también está dañada, pretende llegar a Columbus, Ohio, sólo para ver a sus padres que ya se han olvidado de él. Se construye conscientemente un destino que lo haga plantearse un futuro inmediato, únicamente para tener uno y como dice en la película, “To see at least a familiar face in the middle of the chaos”. Por supuesto nunca llegan a Ohio porque ahí todo es devastación, según la hotchick y su pequeña hermana. Se limitan mejor a llegar los cuatro a California y hospedarse en la casa de Bill Murray, que sale dos minutos en la película y es muerto por el protagonista a la hora de que quieren hacerle una broma pesada al nerd que disfruta de Ghost Busters en el cine privado del actor. El nerd, como es de esperarse, sueña con acostarse con la nalguita y casi en medio de la devastación y después de haber asesinado a Bill Murray lo consigue. Escandalizada la chick de su acción sin sentido y atrevimiento huye al día siguiente a cumplir el deseo de su hermanita. Allí la pequeña hermana, por fin, verá cumplido su sueño en medio de miles de zombies muertos, literalmente, de hambre porque zombie no come zombie, atraídos por las luces de las atracciones. En medio de la diversión de las hermanas los zombies llegan a buscar su propio festín. Como es comedia hollywodense todo tendrá que terminar felizmente con el rescate y el beso del nerd y de la chick, y finalmente hasta el twinke del cowboy. Todo es felicidad y saciedad en medio de la muerte y de la destrucción; por fin todos se han dado cuenta de que en el viaje se han comprendido y han vencido todos sus miedos: la hotty ya puede amar a un nerd, el nerd se ha convertido en asesino de Bill Murray y de pasado matado a un zombie con disfraz de payaso, imagen tenebrosa con la que había tenido que vivir toda su vida; el cowboy consigue una hija y una dotación de twinkes para el camino y la pequeña ha tenido su “ride” del terror. Así se percatan de que deberán seguir adelante como familia matando a cuanto zombie encuentren, una familia más en medio de esta tierra de zombies que ya no es nada de lo que era: una realidad liminal en donde los nerds tenemos al fin una esperanza de ser amados, allá lejos, donde sólo hay muertos y payasos de pesadillas, twinkes para calmar tristezas y razones absurdas para soportar esta vida en medio de tantos zombies vivientes con los que nos topamos cada día.

Comentarios

Anónimo dijo…
Si; esos zombies vivientes......y nos muerden? Y que pasa si lo hacen.....nos ponemos igual?
Querido Anónimo: No lo sé. Cuando me muerdan te lo digo.
Anónimo dijo…
y, ¿cómo podemos saber que piensan los zombies? y... ¿por qué pensar que todo lo que se hace en un filme, que a mi me parece excelente por divertido, tiene que tener todas esas interpretaciones, y no simplemente porque al autor se le ocurrió una escapatoria de unos zombies, que al final nunca existirán? Creo que por eso es comedia, porque al final... lo que menos importa es una interpretación.
Mi querido Anónimo 2, o tal vez uno continuado. Siento discrepar con tu perspectiva. Sin lugar a dudas los zombies viven y están aquí. En cuanto a las interpretaciones es lo que más importa en la vida, es hacer zen y precisamente porque no importan y sí importan hay que hacerlas, aunque a nadie le importe. ¿Me explico?
Anónimo dijo…
entendido y anotado.
Anónimo dijo…
"lo que menos importa es una interpretación": Interpretación de segundo orden!!!!
Aunque consideres ser un ser de voluntad pseudo-lógica, estás jodida (sin la menor intención de ofender): ya te mordieron los zombies, te convertiste en uno de ellos y ni cuenta te diste...

pd. como puede darse cuenta el lector de comentarios, me cae escribir sin saber qué digo...

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