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Leer la tele: House y la casa de los locos


"If you talk to God you're religious. If God talks to you, you're psychotic." [#219] Gregory House



Ver la tele es un proceso complicado, especialmente las historias de gente que no existe y sólo son proceso de ficcionalización; es decir, inventar gente que no existe pero que pudo haber existido para darle al personaje verosimilitud. La apariencia de verdad que se basa en el lenguaje y sus detalles es aquella que nos da la especificidad de cualquier personaje. Entre más detalle tenga nuestro personaje mayor evidencia de su existencia tenemos. Ficcionalizar la vida es también otro proceso complicado que acaba siendo un juego que al final nos divierte pero al mismo tiempo nos aburre por no reconocerla como una vida llena de aquello que vemos en los medios de comunicación. La mayoría de nosotros (aunque incluirme en esta mayoría me dañe el ego porque persigo la fama) somos seres oscuros que no tendremos ni el lucimiento ni la brillantez para salir de nuestro pequeño mundo y proyectarnos hacia fuera para tener el escrutinio de un público, fundamentalmente ignorante. Tal vez por eso ver tele brinda un placer voyerista de inmiscuirnos en vidas que nos son ajenas pero al mismo tiempo tan conocidas que no dejan de filtrarse en nuestras maneras de actuar o de percibir el mundo.

En esos programas encuentro vidas que me parecen más divertidas que otras y episodios que me parecen totalmente sosos o en ocasiones absurdos. Yo fundamentalmente leo la tele. Esto no significa que no la vea sino que la veo con subtítulos y presto más atención, ya por deformación profesional, a las palabras que a las imágenes. A ellas sólo me entrego cuando no veo letras que debo leer. Llevo diez años leyendo la tele, primero lo hice porque cuando recién llegué mi inglés era muy precario y no alcanzaba a entender todo lo que se habla en los programas con velocidad para nativo hablante. Por fortuna la sordos han tenido bastante poder de lobby para hacer que haya una opción en el menú de la tele que active los subtítulos. Ahora ya lo hago por costumbre, e incluso ahora encuentro en los programas de televisión más un ejercicio de lectura que uno de comprensión auditiva. Por eso los programas que más me gustan son aquellos en donde los diálogos, los monólogos y los giros lingüísticos llevan la mayoría de la carga semántica. Sigo sin soportar los programas de acción y aquellos en los que se resuelve un crimen (por lo que tampoco creo que vea mucha tele). Entre los más divertidos discursivamente podría citar, para animadversión de aquellos a los que sean renuentes a las narraciones de médicos, a House, ese doctor internista que se muestra como un genio atormentado, cuya única misión en la vida es salvar vidas mientras se abisma en sus propios demonios interiores.

Ayer vi y leí el primer capítulo de la nueva temporada en el que después de reconocer (al fin y al cabo House es un tipo listo) ya su estado psicótico se ingresa voluntariamente al manicomio. Allí trata de manipular al psiquiatra para voltearle la tortilla, pero como el psiquiatra es otro tipo listo, no se deja y lo vuelve a poner en cintura para que reconozca que sus problemas son un excesivo trabajo que lo aleja de una neurosis ocasionada por sus males emocionales y su infancia pobremente resuelta. Al parecer el padre lo nulificaba y House, en venganza, se dedicó a ocultarse en el Vicodin y en los casos sin resolver para así autoafirmarse. En el manicomio House es otro loco más, sólo que con grado académico, que acaba, en sólo un episodio, por enamorarse, cogerse a la mamá de una loquita, hacerse amigo del loquero, aceptarlo como guía sentimental, cantar rap y, al final, hasta curar a un cuadraplégico, así como despertar a la misma loquita de su autismo con una cajita de música para que toque el chelo. La doñita, amante de House de una sola noche y madre de la chelista autista en cuestión, pretende mudarse a Texas donde está el marido sin decirle, aprovechando que la hija ya está sana . House se entera del desenlace trágico de su amor cuando sale del manicomio por una noche para ir a confrontarse con su amante ocasional a su casa y declararle su pasión otoñal y así estar en sintonía consigo mismo. La amante lo recibe en el porche de su casa para decirle que aquello no puede ser pero que lo extrañará. Asimismo apela a su sentido común, de persona adulta, para que entienda que no puede destruir a una familia ahora que la hija chelista podrá tocar todos los días. House inevitablemente queda herido, pero reconectado consigo mismo y hasta con un amigo psiquiatra por si quiere echar una platicada.

Esta realidad ficcional tiene sus ventajas y está destinada a una serie de altibajos que nunca habrán de consumirse, aunque sí paliarse un poco. Los siguientes capítulos evidencian una recaída a sus viejas conductas de yonki y sabio, aunque tal vez mejor conectado consigo mismo, eso seguro lo tendremos que descubrir en los capítulos subsecuentes.

House finalmente muestra cómo la sabiduría, el estudio y la erudición traen aparejadas dos cosas: la soledad y el cinismo. House antes de hacerse amigo del psiquiatra outsider y afro, tenía otro amigo, un oncólogo de cuya novia se enamoró y suponemos hasta se cogió porque a ella también le latía el cinismo. En el universo housiano todos están solos pero se tienen entre ellos. El nuevo amigo de House ve morir a su padre y lo llama sin pedirle que sean amigos para que le dé una segunda opinión pero sólo como ardid para tener un amigo con quien llorar la muerte del ser querido. House descubre la soledad del nuevo amigo y se queda a acompañarlo para cumplir con su nuevo rol de amigo outsider. Todos en aquella landa housiana y solitaria han optado por la sabiduría y el conocimiento. Conectar con la soledad housiana no es fácil porque lo que emociona de House es no querer ser como él: es decir, un tipo sin sentimientos y sin amigos, pero extremadamente inteligente. Tan es así que nadie de su equipo lo imita y los que por alguna razón se le parecen rectifican para ser más humanos. Sólo lo admiran pero como una especie rara, de esos que hay que sacrificar para que el sistema siga. La siguiente temporada habremos de ver y leer a un House que se tambalea en su propio abismo. ¿Será mejor tener amigos que estudiar? Por supuesto que la pregunta es necia, ya lo dijo un tipo más popular que House, Roberto Carlos “Quiero tener un millón de amigos y así mas fuerte poder cantar”. El estudio invita y condena a la soledad y al manicomio, no hay que olvidarlo. Ver la tele, y sobre todo leerla, es siempre algo peligroso. Stay tuned!

Comentarios

RUY dijo…
Tienes muncha razón, pero qué mamón eres, mira que citar a Roberto Carlos jaja, pero me ha gustado esto tengo que admitirlo. Aunque el problema con House es que casi todos los capítulos son iguales, sólo cambia la enfermedad, al menos en las primeras temporadas.
Así es mi querido. Tienes muchas razón... soy muy mamón, ni pedo.

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