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Antes de empezar a escribir parece que lo tengo todo y que habrá de ser una construcción sólida. Una idea que contenga más ideas y menos instrumentos para ser juzgada por quienes hayan de juzgarme, tal vez mis padres, mi esposa, mis hijas. El tal vez del que hablaba el poeta, de la esencia de la posibilidad como mediación de un tiempo que ligue a otro: y así me afirmo y reafirmo, como un ser que se encuentra solo, de cara al tiempo y condenado a seguir para ver qué es lo que se puede recobrar al final del tiempo. Me hago la misma pregunta que todos los que me han precedido se han formulado por deporte, por construcción ociosa, o en el mejor de los casos por una verdadera preocupación: ¿cómo llegar a justificar mi vida, mi placer, mis necesidades, mi acto de escritura que pretendo? Escribo como si fueran meros escarceos, meros tiempos en donde anduve tratando de tirar piedras sobre el mar y que saltaran y saltaran más de dos veces. He tirado la piedra y también la toalla. He escondido la mano y he caído de bruces sobre el ring. Me he tropezado con las lenguas y he descubierto mi condición huérfana, la negación de mi padre que ahora se busca en mis pasos. Y si me pregunto por mí es porque nadie más dará cuenta de las cosas por las que ando, por los pasos que descubro como si fuera un dios para mí mismo. Me descubro como un parte nimia de una historia más brutal en donde solo observo lo que ocurre. Y aquí sentado lleno una página de ideas que no entiendo y que no consigo ordenar. No sé si dentro del sacrificio se esconda más un ser desprovisto de necesidades escamoteadas.


Al tratar de identificar la pregunta, de oscurecerla, de minimizarla me encuentro con menos preguntas que debo construir dentro y fuera de mí. La escritura en la que me descubro ahora. Me han dicho que mis padres no son mis padres y que en realidad mi madre me ha mentido todo este tiempo. Lo que sucede es que en realidad a ella también le han mentido todo este tiempo. Me han dicho, y por un momento lo creí; me han dicho bastardo, me han mostrado la palabra y me han desgarrado el alma; me han dicho que la madre que yo conocí no es tal, que la mía es una india que fue violada por un soldado español, el nombre es lo de menos, la que me han dicho es que mi madre tal vez ni siquiera sepa el nombre de mi padre; tal vez fue uno de tantos que pasaron por el pueblo y mientras ella lavaba la ropa cerca del río él se aprovechó de ella. Por qué no me siento con ganas de buscar a mi madre y descubrir la versión que todo lo confirme o lo niegue, algunos intuyen que ya ha muerto. Algunos más me dicen que no hace falta salir a buscarla porque tiene vergüenza de que la mire a los ojos. Y a quién le importa quién sea mi madre; culparla ahora, abofetearla de una vez, mancillarle el rostro con algún escupitajo, lanzarle improperio por puta sería además de inhumano algo sin sentido, para qué buscarla, para qué clamar por el origen si soy todos los hombres en los que me he visto, si soy todos los escritores a los que he leído, si no tengo el valor de volver hacia el mundo por miedo a que descubran que soy uno de tantos que habrán de morir recordado por algún hijo que muestre su desventura y su desazón porque me llame culpable de hacerlo vivir con valor. Por eso espero a que el poema, la escritura, el tiempo lleguen con presteza.

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