
Remi(gio) o la voluntad de ser
Para todos lo huerfanitos
Según la teoría literaria clásica no hay que caer en la famosa “falacia intencional” que supone relacionar la vida del autor con la creación del personaje. Nada de eso. El pesonaje es sólo una invención hecha por el autor, un tipo de carne y hueso que vive, o mejor, sobrevive dentro del mundo burgués y falso. Un personaje tiene la ventaja de ser una entidad construida que no puede salir de su universo ficcional, por tanto, es una unidad acabada. Por el contrario, el autor siempre está a la expectativa de la vida, temiendo o confiando en el futuro y recordando el pasado. En palabras de Bajtín “No se puede vivir o actuar habiendo dado conclusión al yo y al acontecer; para vivir hay que ser inconcluso, abierto para sí mismo –así al menos, en todos los momentos esenciales de la vida--; valorativamente hay que antecederse a sí mismo, no coincidir con lo que uno tiene.” (32) Este proceso humano, de vida, se va actualizando mediante recuerdos que no serán más que distorsiones de algo que alguna vez fue. Mi personaje tiene la ventaja de simular vivir en el mundo. A partir de éste es proyectado hacia uno en donde su fisonomía son sólo palabras que al ser repetidas se dibujan en la representación mental del respetado lector. Por ejemplo, mi personaje se parece a mí, si el que esto lee no me ha identificado físicamente no sabrá que mi personaje es un tipo guapo, de ojos verdes, castaño claro y ligeramente zambo en la apertura de las piernas, que recuerda cómo fue que incursionó en las fruslerías literarias. Para construir a mi personaje sólo utilizo aquello que me ha parecido lo más significativo para la edificación de un ser imaginario. Este ser imaginario debe entenderse en dos niveles: el del recuerdo de los recuerdos del narrador y el de las acciones del mundo narrado, similares a los del mundo de afuera. De no ser así, estuviéramos hablando, se me ocurre, de ciencia ficción. El creador del personaje está más allá de la visión que tiene el propio personaje. Mientras se construye y tiene vida, el autor maneja ese excedente de información, del que habla Bajtín, con respecto a su constructo. El autor crea a su otro, o a una infinidad de otros por su necesidad de vivir en una realidad evasiva.
Todo esto viene a cuento para hablar de Remi, el niño de nadie, como personaje inefable de ficción que muestra un mundo alternativo. Proyectado en la televisión mexicana a mediados de los ochenta en los inicios de lo que se ha denominado como “Animé,” Remi era un niño que fue separado de su madre para integrarse a una compañía de músicos ambulantes lidereada por un tal señor Vitalis. Remi era inmensamente bueno; no sabía hacer el mal. Su única actividad consistía en ir por el mundo sufriendo –aunque siempre cantando-- y añorando a la madre, a quien se dedicaba a buscar por toda Europa. Remi constituía el paradigma de niño solo enfrentado al mundo, como una especie de preludio de los infortunios que a todos nos esperaban. No contento con ser arrancado de la madre, por razones que he olvidado o tal vez he decidido olvidar, Vitalis, imagen paterna y protectora, muere dejando a Remi por su cuenta en el mundo cruel. Remi sufre y sufre y sufre. Constituye casi un emblema del estoicismo y la confirmación de la fe en una vida ulterior metafísica, porque ¡Dios mío!, ese niño debía tener alguna recompensa al final. Ese momento de nivelación de la tragedia, el restablecimiento del orden ⎯la llamada Némesis⎯, sabíamos que se podría dar hasta el final cuando reencontrara a su madre. Sin embargo, para tener un cuadro trágico completo, Remi tendría que darse cuenta de su entidad como personaje trágico, en otras palabras, su imposibilidad para la felicidad.
Remi para escaparse de ese sino maldito tendría que reclamar su ducado y su ser aristócrata justiciero dado que vivió el sufrimiento como ninguno. Remi con su necesidad masoquista dejó en mí una desazón por la vida que hasta ahora no me he podido reponer. (Recuerdo que en aquel entonces tenía miedo de salir a la calle por temor a ser arrancado de mi ducado y puesto a ganarme la vida con monos y perros con sombreritos). Afortunadamente, todo era ficción, personajes sólo de una posibilidad: la suya.
Comentarios