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Cronologías Insulares



I

Mi linaje, por utilizar un eufemismo, pertenece a los primeros aventureros y pobladores de una árida región en la península de Baja California en donde la mayoría que pisó suelo murió prematuramente de gota o, afirman más exactamente, de locura. Fui exiliado de mi condado del este de la árida península. Despojado y vilipendiado escribí un poema sobre la condición trágica de su geografía que insufló el odio contenido del pobre que desconfía del rico. Me quemaron en efigie. La gente tuvo miedo de hablarme. El último de mis sirvientes me advirtió de la quema. Me regaló su revólver deseándome buena fortuna. Soy parte de una casta de la que me avergüenzo, no por ser el único que menguó la vasta hacienda que poseía, sino por no encontrar el valor para acabar con mi vida, y someterme, así, al agravio patético de escribir una justificación.
No soy propiamente un pacifista, nunca dominé el arte de la confrontación, nunca he visto siquiera un Cuerno de Chivo; sólo puedo decir, en mi defensa, que en mis manos he tenido un revólver para amenazar una vida: la mía. Al no hacerlo me acerco más al tema del traidor, al papel de Judas, a quien por falta de coraje disfrazado de religiosidad oportunista, ha renunciado a todo por no mancharse las manos de sangre. Sin embargo, únicamente intento argumentar mi contenido histórico para terminar con el delirio, siempre humano, de imaginar lo inconfesable. Mi nombre es Enrique Carrillo Iturriaga, nombre que carece de significado pero que me hubiera gustado no llevarlo junto con la insularidad que me invade.
El primer Carrillo, de apellido Sánchez, y de nombre Nicolás, puso pie en las costas de la indómita geografía en la expedición capitaneada por Cortés en 1535. Esta expedición tuvo su marca en la sed por encontrar a una mujer que las contuviera a todas: la reina California, guerrera y bestia sexual sin saciedad alguna, que vivía, imaginaban, rodeada de más mujeres que ofrecía a quien las conquistara un paraíso. Quienes se quedaron murieron sin avistarlas.
Nicolás cruzó el golfo sólo una vez y después de la decepción regresó al macizo continental a la altura de lo que ahora llaman Sonora. Decidió establecer su hacienda al lado de una india yaqui a la que violó cuando tenía 15 años para reconocer a su primer vástago: Isidoro, primer nacido en el Nuevo Mundo. Isidoro vivió, sin pena ni gloria, tratando de extender una hacienda a base de algunos viñedos que nunca produjeron una sola gota de vino decente. Su consumo local le proveía de una modesta renta con la que solventaba sus pocas necesidades. Se unió, como parecía costumbre, a otra lugareña con la que procreó 6 hijos: Antonio, Arturo, Jesús, Magdalena, Dolores y Fernanda. Los hijos jamás se destacaron ni por su entereza espiritual ni por su solidez intelectual. Fueron más bien hombres y mujeres del desierto. Sólo Arturo siguió una vida distinta. Como era natural, las familias cristianas debían asegurar su estadía dentro del paraíso y debieron sacrificar a un hijo por el bienestar de todos. Entregaron a Arturo al colegio Jesuita de Guadalajara. Bajo esta tutela, Arturo comenzó su educación espiritual hacia 1662. Después de permanecer, con grandes esfuerzos de la familia, dentro del colegio, Arturo vio la posibilidad de continuar su labor salvadora en la evangelización de una inhóspita región referida por los cuentos de su abuelo Nicolás. Conoció al padre Eusebio Kino en Guadalajara en 1682 cuando éste fue enviado a colonizar y evangelizar el desierto de aquel primer sueño de Cortés. Arturo sirvió como ayudante en los trabajos cartográficos de Kino para establecer la peninsularidad de la región, creída isla desértica y maldita. Se ordenó sacerdote, según consta en actas, el 22 de septiembre de 1681.
El sueño de Kino fue vencido por la sequía y una orden de la Compañía de regresar a tierra adentro en 1685. Arturo ya no continuó a su lado. El discípulo de Kino se quedó en las costas de la Magdalena tratando de idear, según las proyecciones cartográficas de Kino, la construcción de un barco veloz y mercante que conectara en un día aquella insularidad con el macizo continental. Su idea fue vista como insensata por la comunidad religiosa. Kino regresó a Sonora años más tarde con la instrucción precisa de no continuar con aquella locura. La nave quedó en tierra.
En el desierto la sed es grande y atrapa. En algún momento de extremo calor mientras se dedicaba a la construcción de aquel sueño, Arturo encontró refugio en unos ojos claros que habían bajado del norte para atribular el corazón de aquella industria. Su nombre era María, hija de uno de los hermanos que los lugareños llamaban Carrillos, a causa de su convivio tan estrecho. Estos hermanos provenía secretamente de una región teutona oscurecida por el progreso. Fueron forzados a salir y recomendados para poblar tierras inhóspitas. Al no encontrar tal promesa se convirtieron en malandrines gambusinos del Arizona. Arturo partió al norte con Kino, tal vez por temor a que le quitaran la vida o por compromisos evangélicos. Construyeron caminos y unieron comunidades. De aquel encuentro con María nació el primer Carrillo del que se tenga registro: Arturo Eusebio Carrillo, hijo ilegítimo. María, como era de esperarse, dejó Magdalena para huir de la vergüenza. Partió en el barco imaginado de Kino hacia la península. Llegó sola para establecerse en la misión de San Javier, cerca de Loreto, primera capital imaginada de las dos Californias. Con la recomendación de Arturo, María pudo encargarse de los quehaceres diarios de la misión, a cambio tuvo alimento y educación para su hijo.

Comentarios

Erica dijo…
y este exilio es temporal? permanente? indefinido?
Anónimo dijo…
Buscaba datos sobre unos lejanos parientes Carrillo Iturriaga, acá en Chile, y me encuentro este blog.Estos Carrillo descienden de don Lorenzo Carrillo "de Albornoz" natural de Cádiz, según sus bisnietos;en Chile por 1820, tuvo tierras cerca de Santiago, su nieto Maximiliano Carrillo Espíndola casó por 1890 con doña Sofía Iturriaga, en la pequeña localidad de El Manzano (donde él era oficial del Registro Civil),al poniente de la ciudad de Rancagua.
En fin, ¡ qué puede importarles ésto ! . He visto citado a Skarmeta,autor "chileno", que se lo pasa en Europa.No me agrada mucho.Saludos
Querido anónimo:

Los carrillo de los cuales desciendo no son propiamente Carrillo, en algún momento alguien se quitó el apellido dejando sólo el materno, ya sabes, problemas añejos en familias. Sólo clamo alguna identidad que no tengo y si la tuve la perdí por ahí. Gracias por el dato de cualquier modo. A mi tampoco me agrada Skármeta...

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