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Los límites del control



Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo, dijo una vez Gadamer en 1970. Si consideramos lenguaje como algo abstracto podríamos decir que el hombre, el ser humano, debe tener un sistema de expresión para vincularse con el mundo externo y ese mundo externo es en realidad un mundo interno. Entonces la vinculación con el mundo es una vinculación con uno mismo. Cómo hablarse, cómo dirigirse a cada quien para que las cosas, esas que percibimos, se transformen en instrumentos significativos para cada quien. Escribir pues es recorrerse, explorar el mundo interior para clarificar el exterior. Pero más importante que escribir es leer para así leerse. Sé que en este tiempo mexicano tan convulso hablar de arte y de literatura sin mirar el mundo exterior sólo podría conducir al narcisismo cultural, a un somos mejores que aquellos que no lo hacen. Este cuestionamiento que es más bien ético tendría que validarse de formas distintas y mecanismo que construyan mejores seres humanos. Y una vez más la pregunta es ¿el arte, la literatura, construye mejores seres humanos? Es una pregunta que me hago constantemente, sobre todo cuando veo un desplegado de editoriales como este. Repasar la oferta de los libros es repasar la intimidad de la gente.  Entre los libros más vendidos están los de autoayuda. Escritos que buscan incidir en la conducta y llenar huecos espirituales que todos, estoy seguro, tenemos. Incluso la novelas porno como Cincuenta sombras de Grey nos habla de una carencia que es a la postre espiritual. Así el ser humano con carencias busca en los libros alguna respuesta, alguna forma de dotarle de sentido a todo esto que nos rodea. Algunos se decantan por un solo libro que los contenga a todos como quiso Borges, otros ponderan las religiones y ven en sus libros la única verdad, otros ni siquiera creen en ellos porque no han aprendido a reconocer el valor de lo que existe en detrás de las letras. Dedicarse a la introspección es una actividad que está fuera de los tiempos que corren, lo de hoy es pasar el menor tiempo con uno mismo, lo de hoy es paliar el dolor de existir con uno mismo. Esta introspección debe llevar no a la felicidad, estadio que siempre se confunde con la euforia, sino a la confusión, al malestar, a la incertidumbre. A descubrir la complejidad de cada quien, que es una complejidad lingüística, una ansiedad discursiva de quien pone la vida en oraciones sintácticamente bien construidas. Leer literatura es ordenar sintácticamente un mundo que se nos viene encima, dotarlo de sentido para que no acabe con nuestra esperanza de que todos podemos cambiarlo, de que cada uno de nosotros es capaz de construir uno, de articular uno mediante un lenguaje que nos ha sido entregado al nacer. No el mejor, no el más fuerte ni el más dominante, sino al que tuvimos acceso, al que mamamos del pecho de las madres.

El caso que nos compete ahora en esta mesa es esa aparente dualidad de lenguas. En mi caso no hay tal, escribo en español porque esa fue la lengua en la que me eduqué. Escribo en español porque me cuesta mucho trabajo escribir y hacerlo en otra lengua es infligirme  un dolor más que no quiero experimentar. Sin embargo, escribir en español es un mecanismo de automarginación, de segregación expresiva. Por razones de lectura escribir en español resulta menos redituable que hacerlo en inglés. La industria editorial anglosajona ha controlado la producción y el mercado hasta hacer que leer en inglés sea extremadamente barato (y ahora se extiende hacia el mercado hispanoamericano). Por eso podemos hablar de escritores profesionales que no inciden dentro de la política como la figura del intelectual latinoamericano, que ha tenido que hacerse de otras vías para la subsistencia.

El mundo anglosajón dice que los latinoamericanos sólo hablamos español pero que no leemos, poniendo énfasis también en la utopía del atraso con la que nos contemplan. En México los índices de lectura y de educación lo confirman. En latinoamericana no se lee lo suficiente. Pretender que la lectura no sirve para nada amenaza nuestra interioridad, nos deja a merced de quienes tampoco creen que el mundo se resuelve con ideas sino con balas y fuerza.

Por eso los invito a leerse en el otro, a buscar eso que tienen en el lenguaje, a adentrarse en ustedes, a cambiar el mundo.
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Texto leído en la Feria Internacional del Libro, Guadalajara, México, 2014.

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