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My little Dinosaur

He pensado que estoy avergonzado por no poder decir nada. En cierto sentido lo estoy. Desde que empecé este experimento narrativo había tratado de decir cosas que más o menos valieran para algo. Algunas han sido el caso y otras cosas se han quedado en el mero devaneo. Creo que lo que me ha sucedido es que he sido silenciado por México. Tengo pesadillas absurdas, sueño por ejemplo que estoy perdido en una colonia impronunciable en la ciudad de México a la que llegué por mero equívoco, que me pierdo en las conexiones del metro, que tomo la salida equivocada y que en las escaleras eléctricas llenas de humanidades absortas en su propia contemplación mundana me voy nulificando hasta desaparecer en uno de tantos vagones. Sueño que todos me miran y descubren que estoy perdido, que no debo hablar con nadie porque notarían que hay algo en mí que no cuadra. Me siento solo y me dan ganas de huir, de salir corriendo pero no sé adonde y entonces me paralizo. Mi parálisis tal vez provenga del sentimiento de desazón que tengo cuando leo las noticias y no sé cómo pronunciarme o de qué manera hacerlo. No creo que deba pronunciarme pero tampoco que no deba hacerlo. Es como sentirse culpable sólo por existir sin más ni menos. A medida entonces que el tiempo pasa no hay nada que me dé la certeza de que manejo sólo poca información. ¿En qué momento perdimos la primera serenidad? como pregunta Altazor. ¿En qué momento es que se jodió el Perú? como pregunta Vargas Llosa. ¿En qué momento el miedo se hizo presa de quienes estamos enfrente de una pantalla imaginando que el mundo es ese que leemos? ¿Los textos son el reflejo del mundo? La sociedad ahora es más violenta que hace 50 años cuando decían que México era la región más transparente, como diría Fuentes. Entonces la pregunta que nos hacemos tiene que ver más con aquello que nuestros padres, algunos muertos, hicieron de lo que quedó. Ahora nuestros padres lo han jodido todo, ¿cuándo llegamos a eso si las fotos de hace 40 años no lo reflejan? Seguramente no fue sólo el mío el que lo jodió todo, sino con ayuda de muchos como él. Reprochárselo sería deshonesto, pero la honestidad está muy mal vista dentro de un sistema mexicano que alienta a todo lo contrario, me permito decir que no lo jodió del todo, sólo lo que tuvo a su alcance, tal vez por eso me fui de allá para no ponerme una bolsa de papel en la cabeza y salir a la calle. Pienso que ahora con la victoria del PRI se hubiera puesto muy contento y me diría “ya ves viejo… ese es tu nuevo PRI, donde tú deberías andar”. Un nuevo PRI con la misma gente que había antes, sólo que ahora mis amigos de la adolescencia, quienes pretendían salvar el mundo sembrando sábila. Esa novedad de partido es la que llevará a México a una ruina ignota, basta recordar una joya del pensamiento estoico “cuando las cosas están mal siempre pueden estar peor”. México, y con esto me refiero a su mayoría con baja cultura y educación que es cerca de 90 millones de personas, siempre ha sido manipulado desde que se creó y no veo cómo pueda cambiar si no se atienden sus niveles de lectura, escritura y razonamiento abstracto. Desafortunadamente la misión está a cargo de “la maestra” de la deshonestidad, quien ha aceptado abiertamente que pactó con Calderón porque nadie la pelaba. Ahora mi nuevo PRI está en pláticas con la maestra del oportunismo porque el Peña Nieto dice que sus “principios” son muy similares. Sin lugar a dudas mi nuevo PRI llegará al gobierno para reestablecerse como poder absoluto y desde ahí seguir todos los consejos de Maquiavelo para sostenerse otros setenta años y volver a repetir la bonita frase de Ibargüengoitia en la elección de López Portillo: “¡Mañana son las elecciones, qué emocionante!…¿quién ganará?”

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