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Empty Gestures




La sociedad postmoderna mexicana y sus materializaciones intelectualoides ven con buenos ojos (ahora) que se hable de televisión (mientras no sea la mexicana). Incluso muchos de sus actuales representantes, empezando por los de mi generación, no tienen vergüenza al expresar a las cuatro vientos que ven la tele (por cable) y de ahí incluso hasta se nutren para hablar de las cosas del mundo. Yo tampoco es que haya sido la excepción a esa bonita tendencia (la mía desgraciadamente de Televisa); viví en mis años más formativos y depresivos en la ciudad de México ya cuando era monstruosa y afuera reinaba el caos, el robo, la vejación y la inmundicia; por tanto peligro y por ser parte de lo que en México se conoce como “güero” fui confinado por mi madre a ver la televisión desde las tres de la tarde hasta las 8 de la noche en un departamento de la colonia del Valle (cosa que nunca me pesó). Mi madre en su racismo primitivo (¿qué racismo no lo es?) creía que por ser güerito había más riesgos de que me llevara el robachico. Así que como no tenía mejor cosa que hacer veía al tío Gamboín y a Rogelio Moreno que nos saludaban desde su cabina en el Canal 5. Para muestra de que mi madre tenía razón y que ver la tele era el único lugar seguro, después de cada barra de programación pasaban a una serie de niños raptados desde hacía mucho tiempo. En la tele veíamos las fotografías infantiles de los niños y el locutor describía cómo iban vestidos el día que salieron de casa por si alguna vez los veíamos por ahí, (confieso que nunca pude reconocer a uno solo, sobre todo si la foto era en blanco y negro). Únicamente recuerdo la desazón que me causaba ver a los niños raptados, casi como cuando pasaban caricaturas repetidas.

De esa forma el cultivo de mis tardes de tele me fue dejando un sinsabor por la repetición hasta el grado de evitarla en mi edad adulta. Ahora ver la tele no es algo que me motive en demasía, y no es que quiera ir en contra de lo que los demás practican sino que con tanta tele en mi haber sólo me cautivan los programas en donde el desasosiego y la desvergüenza son la marca. En ese sentido entonces, el género que más puede nutrir de estas experiencias es la comedia. En México hubo un tiempo en que la comedia era algo digno de verse, ahora no lo sé. Al exiliarme (por motivos que he olvidado) tampoco he procurado el Dish latino para estar al tanto de nuestro progresos humorísticos. Sin embargo, sí he podido irme asimilando al gusto por lo que llamábamos Víctor Cabrera y yo en la Facultad de Filosofía de la UNAM en la década de los noventas “Comedia de ideas”. En aquel entonces queríamos montar un numerito de lo que ahora, gracias a la penetración del mundo angloamericano, se denomina la sitcom. En realidad nuestro sketch (no sé por qué le digan en México así, en todo caso skit) sólo era decir chistes con asociaciones literarias que, en aquel entonces, considerábamos muy finas e irreverentes. Ser comediante de ideas fue algo que no me hubiera molestado ser (de hecho hoy en días mis alumnos creen que soy un tipo divertido y tomo el salón de clases como mi escenario). Dentro del universo de la comedia gringa se encuentran cosas dignas de mencionarse. Ahora me he topado, por ejemplo, con la última temporada de Curb your Enthusiam en la que Larry David actúa como él mismo. Su comedia se plantea a base de la ausencia de “lo políticamente correcto” y de tomar ventaja de este estado social tan cultivado en los Estados Unidos. Uno de los últimos episodios versó sobre los famosos “empty gestures” que, según Larry, son meras convenciones sociales que no dicen en realidad nada, ni pretenden ser tomadas al pie de la letra, salvo cuando se le quiere hacer mal a alguien. En el episodio en cuestión Larry le dice a Robert, un amigo del vecindario, “If you need something call me or if there’s something I can help you with, just let me know…” Robert le toma la palabra para que cuide de su hermana que acaba de salir del psiquiátrico. La escena después se convierte en una serie de discusiones absurdas sobre estas frases vacías y Robert lo obliga a mantener su palabra. Después pasan un sinnúmero de mal entendidos y derivaciones de los “empty gestures” que nos dan la clave sobre el comportamiento de lo absurdo de las palabras y de nuestro andar por el mundo a tientas tratando de no decir o hacer cosas que nos metan en problemas. Larry David es la imagen de la intolerancia que nos dice que las ideas con las que convivimos son sólo hechas para no matarnos o sacarnos los ojos en un arranque de furia. El orgullo de ser quienes somos es un orgullo absurdo porque sólo estamos buscando tratar de recibir alguna nota o algún comentario por todos los empty gestures a los que nos exponemos cada mañana.

De alguna manera el mundo ya globalizado y admirador de la cultura anglosajona ha importado todo sus defectos con el afán de sorber por ellos la misma idiosincrasia que nos acerque más a la riqueza y el goce por el trabajo (al que todavía ningún mexicano se convierte). Es tal la necesidad y propagación de estos empty gestures que en la escuela de las niñas ya se han dado cuenta que repetirle al chamaquito que lo hace muy bien todo el tiempo (con la cantaleta de “Good job!!!”!) en realidad no es decirle nada. (Este nuevo comportamiento, me revela Berenice, no es una tendencia en todo el aparato educativo gabacho sino sólo en aquellos que apostamos en formas alternativas de educación como la Montessori). Palabras como awesome o outstanding son de las más procuradas por todos aquellos que califican producciones creativas. En esta cultura, y tal vez en todas, la autocrítica es algo que ya no se ejerce o que todo el mundo ha perdido porque los parámetros ya se han borrado. Es casi imposible pretender atribuir calidad a producciones porque sencillamente el término calidad nos ha rebasado y todo es igual que nada y nada es igual que todo: gestos vacíos, programas repetidos. Ya lo cómico resulta ser la propia existencia cuando saludamos a la gente con un “¿cómo estás?”, “yo bien y tú?” “También, gracias…” para seguir nuestro camino sin importarnos en qué dirección el otro se fue persiguiendo sabrá Dios qué quimeras. This was an empty writing, right?

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