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Galáctica: Nave de combate

La historia postapocalíptica de la destrucción de las civilizaciones en todas las galaxias gracias a una lucha encarnizada entre Cylons y humanos me ha carcomido el cerebro. Después de pasar casi un año tratando de adentrarme, desde la primera temporada hasta la cuarta, en el universo mental de los Adama y vibrar con los razonamientos esquizoides de Gaius Baltar, sus desplantes infantiles y su necesidad de amancebamiento; exhausto de buscarle un motivo a ese viaje suicida de tirarse en la mitad de, literalmente, el universo y pensar que al final habría una recompensa, algún planeta Tierra o mejor dicho The Earth para tratar de cerrar y completar ese ciclo de violencia alimentado por el resentimiento de las máquinas; abrumado por la retórica mesiánica de Gaius hasta el grado de pretender encontrar una conexión mística con el universo que nos rodea y envidiar el delirio lingüístico mediante el cual Caprica Six había caído en sus deliquios; fascinado por el canto de Mr. Geata una vez que le han amputado la pierna y escandalizado por la osadía de amotinarse, estúpidamente, en contra del Almirante Adama y tomar control momentáneo y esquematizado de Galáctica traicionando la confianza del Almirante por oponerse a pactar con los Cylons y así reestablecer la pureza de encuentros y de razas; derruido por el primer encuentro con una Tierra bombardeada e inhabitable 200 mil años antes; reconfigurado por la angustia de la flota ante ese suicidio que no queríamos ver ni corroborar al que Dualla se entrega después de una cita de amor, o como quieran llamarle, con el rígido Lee Adama y su ética absurda e ingenua; después de haber resumido 4 años de trasmisión en uno solo, en el que no puede ver otra cosa en televisión que no fuera la fealdad de Bill Adama y su pasión otoñal por Laura Roslin, presidenta por accidente de los sobrevivientes al holocausto de las doce colonias después del bombardeo nuclear de Cáprica y corroborar la traición de Gaius; después de creer que Kara Thrace era cualquier cosa antes que un ángel, aunque fuera terrible; desanimado por la fortuna del Chief y su necesidad de afecto o de amor consecuente con el tamaño de su dolor, y de admirar la entrega de Cally después de que una noche el Chief presa de una pesadilla le desfigura el rostro y Cally decidiera entregarse a sus necesidades sadomasoquistas y amarlo aún más, aunque tuviera un hijo con otro sin confesarle al Chief su traición. Desconcertado por el amor que el XO Coronel Tigh le profesaba a Ellen, rubia cincuentona con una libido inextinguible y de su asesinato ejecutado por el propio Tigh en favor de la resistencia en New Caprica, torturado por los Cylons hasta haberle arrancado un ojo y ser un tuerto fugitivo.


Después de convertir mis días en espera ansiosa hacia el próximo episodio y mi delirio por encontrar una alma medianamente racional con quien comentar algún capítulo y hablar de los principios de la String Theory de la física cuántica aventurada en la explicación científica para activar a los Final Fives con la canción "All along the Watchtower" de Hendrix. Después de mucha especulación por la resolución apoteósica que habrían de tener las profecías de los Lords of Kobol para fueran reales pero al mismo tiempo falsas porque todo fue así: real, imaginario, alucinado, fantasioso, absurdo y al final impresionante. Después de que todo eso ya ha pasado, sólo puedo argumentar que estoy solo en el universo y que, todo parece indicar, no somos otra cosa que el drama de unos cylons olvidados en espera de su próximo cataclismo, de su extinción inminente… ¡Todos somos Cylons! (And yes! I know, I'm a fraking freak!)

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