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Happy Monsters Holding Hands



Las temporadas dentro del aparato mercadotécnico son como estaciones con las que se puede comprobar el paso inexorable del tiempo y nos recuerdan el misterio que hay dentro de las culturas. En el paso de nuestra vida corroboramos que existen miedos y deseos colectivos que todos llevamos. De acuerdo al mundo desde el que se articule un discurso y su posición histórica es como se desenvuelven nuestros temores. Ayer sábado fuimos a uno de los lugares más comunes y por lo mismo atroces de todo el aparato de mercado gringo que atrae, incluidos nosotros, a gente que necesita cuidar de su presupuesto, a expensas de las explotaciones ajenas en el más puro estilo de una economía capitalista: Walmart. Después del drenante para mi economía regreso a clases, la temporada que sigue para llenar por lo menos 15 pasillo es “Halloween”. Para mis hijas, tal vez, es la fecha que esperan con mayor entusiasmo. Al entrar a Walmart pude corroborar esta euforia por el disfraz que mis hijas, pequeñas gringas finalmente, tienen. En esta cultura el disfraz es un componente fundamental; la impostura es algo que se porta todo el tiempo porque se debe ser “políticamente correcto”. Esta corrección hace que dentro del individuo se vaya operando una necesidad de enterrar sus más puros deseos y dedicarse a soñarlos en privado, es decir: a través de películas, juegos de video o en el Internet, (aquellos que no logran separar esa línea del deseo son los que se convierten en asesinos seriales y demás heroicidad gringa).

Halloween brinda la posibilidad, como toda fiesta, de levantar los interdictos sólo por una noche. Los odios y los temores de una cultura se manifiestan en la calle y la apariencia de ser algo que se teme justifica lo creativo del disfraz y el poder en la masa que éste representa. Lo que adorna los pasillos en Walmart es aquello que se revela como lo monstruoso y amenazante. De esa manera, cada cultura recrea sus propios temores y sus propias monstruosidades. El año pasado, según me dijo Berenice, el temor fundamental era la prostituta. Me dijo que si había notado que este año los disfraces para niñas era más largos que el anterior. A lo que dije que sí, por supuesto. La negación al placer ha sido siempre la marca de esta sociedad protestante dada a la doble moral.


Ahora la temporada de Halloween ha entrado con un nuevo disfraz al mercado. El problema de la migración ha sido puesto sobre la mesa de la discusión cultural. Este monstruo no es nuevo, cuando menos dentro de toda la historia de Estados Unidos, pero sí dentro de este tiempo electoral lleno de excentricidades raciales y genéricas. Viene en dos modalidades: hombre y mujer. El de hombre se llama “Poncho” y en su traducción al español le llaman “Zarape” , mientras el de mujer tiene un título mucho más escandaloso “South of the Border”, justamente como se le dice a México, que es palabra maldita, en los estados fronterizos. El disfraz de hombre presenta los rasgos fundamentales de cómo nos miran: salvajes, coloridos, violentos, con bigotito, marcador fundamental de la barbarie, y sobre todo ridículos, pero al mismo tiempo amenazantes. Cubiertos con un zarape que esconde la animalidad y provee de una condición nómada, la misma que se requiere para dormir debajo de un cacto, recargado, sin espinarse. Llevamos un par de pistolas de juguetes con un corcho y unos huaraches. No conocemos el calzado cerrado, y nuestras pistolas hace rato que han dejado de producir balas, de herir, de matar, sólo queda el deseo de que dentro de esa ser nómada no sigamos cruzando la frontera. Somos monstruosos, ridículos y aterradores. A los hombres se nos denigra en la capacidad intelectual y nos colocan en la mitad del desierto de Arizona con el bigotito y nuestro sombrerote de paja. Esa experiencia es la que están tratando de recrear, no ser como un mexicano, sólo parecerlo y ridiculizarlo por un día.


La versión femenina del disfraz es anunciada por una mujer blanca que muestra la sensualización de una bestia sexual que busca ser llenada y denigrada por la penetración con violencia mientas agita su pandero. Su lugar no éste, aquí en esta geografía, sino en "the South of the Border” donde se debe ir para encontrarla; esconder el deseo por lo otro para vaciar en ella la delectación que lleva poseer el placer lejos de esta tierra, a la mujer mexicana hay que degradarla pero siempre en su casa, no vaya a ser que la güera de aquí se entere, aunque secretamente lo sabe y se lo perdona… The back yard has been opened, at least for one night, where all the monsters are happy; happy little monsters holding hands!

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