
Alguna vez me sentí desdichado porque mi vida no se parecía a los modelos que ponderaba, esos que son marcados desde un principio: una lectura a temprana edad, una biblioteca de un abuelo, una tradición rica en conectes que me impulsaran a la cima de la vida literaria y, de golpe y porrazo, a un reconocimiento mozuelo por parte de quienes repartían las cartas de calidad literaria en el país. Tampoco la mía sería la historia de aquel chico de extracción humilde que conquistaría la fama con su pericia y adulación ajena, con la calidad y la gran sensibilidad que se adquiere cuando se está muriendo de hambre. No, mi vida transcurrió al lado de unos cambios de residencia constante. Padres concetados con gobiernos locales y poco interés en la cultura, que era vista como entretenimiento para señoritas. No he logrado ningún reconocimiento, ni tampoco escribir páginas memorables por su calidad discursiva, ni de un dechado de imaginería como para crear personajes que no existen, y tal vez, ese sea el problema que me planteo cuando quiero escribir algo que en verdad cumpla con los esquemas preconcebidos.
No puedo inventar nada que no haya sido visto por mis ojos. El problema también es que no me gusta andar con una libretita documentando todo lo que veo, o pensando en lo que pudiera escribir para basarme en algo; además, por estas latitudes extranjeras que mis ojos ven no pasa gran cosa. Si me pusiera romántico pudiera ponderar la ilusión y la esperanza de todos los que viajamos en el autobús por las mañanas para cumplir con unos estudios que nos ahuyentarán de la miseria de la que se vive en nuestros países. Eso no sería más que buscarle un razón utilitaria al estudio, y es que al final, es la única razón de estudiar: embadurnar páginas con algo más que mierda y decir, resaltar, los puntos positivos de alguien, pero dejando ver la pericia y habilidad de las reflexiones que se tiran en torno a un libro o algún autor que, por lamerle el culo a un superior, es necesario estudiar, con humilidad eso sí. Eso es todo lo que he sacado de la literatura y de las academias, ni siquiera un primiecillo que me devuelva la vida y la esperanza de cantar la decepción y la derrota de quienes al vivir buscan que sus postulados sean universales. Soy un hombre común y corriente, con una mediana inteligencia y con un necesidad de acumulación como cualquier otro. En mi temprana adolescencia me dio por querer ser santo, se me quitó cuando probé mujer. Después me dio por amar a todas las que me parecían bonitas, aunque a ellas no les diera por amarme, y sobre todo, me dio por sufrir. Y aquí sigo mortificado por el amor y siendo un hombre común y corriente. Porfío en la literatura, misma que se me ha reducido en hablar de manera coherente de cuestiones que le importan a los que como yo quisieron un poco de dirección fehaciente en su vida, y que sin haber aceptado el destino de miseria, optaron por emigrar al mundo en que todo lo posibilita. Páginas memorables hasta la fecha no tengo ninguna, y si alguien las rememora es porque están equivocando la dirección de su vida. Yo todavía espero que algún día pueda registrar dos tres cosas y que me alcance el imaginario y la imaginación para escribir situaciones que tengan algo que ver si quiera con el mundo; si quiera con una mínima parte del mundo que quiere, todavía, registrar todo lo que hay en las palabras. De repente es más fácil posar para la foto y seguir nadando en la inopia de no tener nada que decir y esforzarse por hacerlo, aunque no sea nada de valor. Y es que hablo para no perder de vista que hablo; gesticulo para poder buscar algo que sólo intuyo, no es la palabra, de eso no tengo duda: es lo que puede decir lo que me incomoda, es aislarla y no atribuirle ninguna consecución y repercusión en la vida que busco y busco, o mejor, que recorro y que recorro, que llevo a tientas, que trato de indigar por no hacer más daño de todo el que hecho a quienes me recuerdan en condiciones nada gratas. Pero de la literatura me he pasado al recuerdo, del recuerdo he tendido el puente a la evocación y de la evocación me he quedado exhausto.
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