Ir al contenido principal

Entradas

Mostrando las entradas de mayo, 2006
PEQUEÑA CRÓNICA DE LA INTOLERANCIA O EL TROLEBÚS DEL AMOR Pobre tonto, ingenuo, charlatán que fui paloma por querer ser gavilán. Rafael Pérez Botija (Letra popularizada por el Príncipe de la Canción José José, felizmente recuperado de su alcoholismo) Según dijeron era un mensaje de amor y de esperanza. Era la redención con manos salvajes. Era una coronación de laureles y una liberación suprema. El mansaje era sencillo: “el fin de los tiempos está próximo: arrepentíos” . Captaron nuestra atención anunciando un blues con slaider, su esposa por lo que dijo el improvisado blucero —de los llamados de la raza de bronce, con greña a lo roquero en capas y copetito básico en la frente—, lo seguía con una sonrisa idiota y pandero rosa tratando de llevar el grueso de los bajos reafirmándolos con un movimiento meloso. A mí que siempre me han entusiasmado los cantantes y las cosas inusitadas en los trolebúses, puse atención, imaginar algún solo de B. B. King era descabellado pero siempre hay que es
La invención de los talentos La sanidad del cuerpo en la que me empeñado sólo por no perecer a manos del olvido ha sido una farsa. Cuido de mí para nada, para no tener que concurrir al médico en este país al que vine porque no tenía nada mejor en qué ocupar mi tiempo y mis esfuerzos. Soy aparentemente sano, me he dedicado los ratos libres a ejercitar el cuerpo para liberar la neurosis de sentirme atrapado: he tratado de moverme más de lo acostumbrado. En ocasiones es molesto. No me queda energía para pensar en lo que me gustaría decir, en escribir esto, algo así como un archivo testimonial de mis días en lo que no pasa nada. Ese es el problema: la soberbia es uno de los grandes pecados capitales. Me preocupa en demasía tratar de verter situaciones que tengan algún valor estético, alguna conceptualización críptica, y no he llegado a ningún lado. El tiempo sigue pasando y cada más me acerco a lo que el mundo teme, me acerco al final de la construcción de la vida por la que muchos mueren
Esta es la tercera (y última) entrega de la persecución que Johnny ha tenido desde hace tiempo. La hago pública sólo por el placer morboso de exhibirse, de ser excéntrico y de saber que nadie ha de tener tiempo para leerla. El perseguidor de Johnny ( Finale larguísimo ) III El perseguidor se hizo como de agua, como de ceniza, como de silencio y dejó de servir de pretexto para componer las normas vacías del tiempo, que repito hasta el cansancio. Y es que hablar sin morderse la lengua es creer que las cosas se sucedieron como si todo hubiera pasado. Entre tanto el alma del que perseguía una cola, o que como cola se perseguía, era un mundo de oportunidades, era un mundo todo limpio en donde la única miseria que podía verse estaba oculta en cada uno de nosotros, aquellos que bañados diariamente con agua de todas las temperaturas posibles buscábamos dignidad al mejor precio. Y aquí me interpongo, me abro de pecho para buscar algo más que la rabia en el cuerpo de no saber a ciencia cierta ha
El perseguidor de Johnny (continuación) II Por eso escribo; para perseguir en secreto a todos los que se me atraviesan por la vista. Escribo en las tardes cuando todos duermen, cuando todos los que me ven ni siquiera me imaginan, y es que nadie imagina a nadie, nadie se prefigura dentro de ninguna salvación o dentro de ningún rito ajeno. Mientras yo persigo en silencio hay quienes acosan para convertir al hombre en conciencia de que sí hay otra cosa, otra vida, otra necesidad de ser otra gente y de no perseguirse tanto, y es que el paraíso terrenal se llama del algún modo, está por ahí doblando la esquina, llenando el tanque; por lo regular tiene un horario fijo, huele bien y tiene pisos brillosos, hay sonrisas por doquier, despide amor amor y amor. Ellos también persiguen, ellos también sienten que les pertenece el mundo y que Dios les habla en su lengua, y por qué no si todo lo puede y todo lo domina. Allá están los otros perseguidos. Aquí estoy yo frente a la persecución de mí