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Mostrando las entradas de abril, 2006
El perseguidor de Johnnhy I Eso hizo el perseguidor de sí mismo que andaba por las estrellas plagiando el mundo y todas las cosas que en él encontraba. Este perseguidor de sí mismo tomaba de las novelas y de la literatura algún vacío para untarlo al cuerpo y hacerse cargo de quienes añoran unos dividendos astutamente distribuidos. Me veo tratando de anidar una historia que narrar, historia que pedí prestada por no tener ninguna original, nada que me saliera del alma o de la cabeza. No sé si en este punto me explique las cosas que buscaba, o que sigo buscando como si fuera un afamado investigador que quiere encontrar la pista de su víctima. La pena que sentí fue porque no hallé en la noche algo más interesante que hacer, que volver a sentir que soy uno de los tantos que llegarán a tiempo cuando se nos invitó a la mesa. Hoy, por ejemplo, descubrí que no había más sentimiento repulsivo que querer montar números en donde no hay más nada que argumentar. Antes pensaba que andar por ahí apren
El terrible fenómeno del niño o The Mexican Phantoms Alguna vez leí por ahí que era considerado signo de buena educación, en algún país del lejano oriente, hablar del clima y de los avatares que la temperatura causa en la gente, siempre, claro, como exordio conversacional. Mientras esperaba en la oficina de migración de la universidad a que llegara mi turno para exponer mis dudas sobre situaciones migratorias a una despistada señorita que seguro desconocería, noté que el tema del asunto climático se encontraba vivo y disperso sobre la faz de toda la cultura occidental, léase la gringa. Inducido por el aburrimiento de esas oficinas burocráticas comencé a imaginar una conversación similar en México. En qué sería distinto, o bajo qué circunstancia tendría puntos de contacto. Hace cinco años que salí de México y no he vuelto desde entonces. Me han dicho que las cosas han cambiado. Para este mundo moderno y sus avatares, cinco años convierte a los objetos tecnológicos en maquinarias de
Conversaciones en el Campus: El Apocalipsis is coming tonight I. Un gringo que conversa conmigo, sería mejor decir un amigo, de nombre Martin Shepard, me dijo en alguna de las conversaciones que sosteníamos, que iría a ver su abuela a un pueblo al oeste de Tennessee antes del solsticio de invierno; por supuesto que lo que más me saltó (permítaseme la metáfora circense) fue que tomara como referencia el día de cambio de estación en lugar de contabilizarlo con un día en el calendario. Este gringo, que creo que ya es una especie de amigo, cuyo nombre en español sería algo así como Martín Pastor, creía en el Apocalipsis, en la destrucción inminente de la humanidad y en la masacre mundial a través de las bombas atómica que Bush hijo estaba preparando. Vivía en lo que según me dijo, con aire de exotismo, era un barrio pobre: el “South Knoxville” que, por lo que descubrí más tarde, lo que me quería decir es que era algo así como el Bronx neoyorkino, en donde operaba toda una banda de delincu
La grandeza del mexicano Si quisiera ser un poco más falsario argumentaría que con esto que escribo busco compenetrarme con el universo que soy yo mismo, que no puedo salir de mí porque no veo cómo alguien pueda salir de sí mismo para contemplar las ideas de ser aquel que no he sido, o que no ha sido –sólo con el afán de salir un poco. Estaba pensando que lo mismo sería estar en este lugar o en otro y documentar entre las curiosidades y reflexiones que me nacen y que me vienen como si fueran estallidos de palabras –pequeña intentona poética. O como si fueran una especie de declaración de algo –pequeña intentona proselitista. El problema que para declarar algo habría que tener una audiencia que todavía no conquisto y si así la tuviera habría que innovar para que no lo dejara de ser. Ya por estos tiempos hay tanta falta de cosas que no es sencillo ponerse a embarrar letras significantes en su particularidad, pero que a veces dentro de su generalidad son un mero escarceo con las ide
El resentimiento de la fea Empezar a copiar la realidad es una tarea fácil. Se hace y ya está, se copia la realidad aunque sea absolutamente inverosímil. Ahora acabo de ver durante unos 28 minutos uno de estos programas en donde se dedican a hacer escarnio de la gente y se exhiben las más bajas pasiones del hombre, donde, de manera sutil, se desarrolla y fomenta el odio hacia otra persona. Antes de venir aquí, el concepto de obsesión sólo me era posible como eso, un concepto en donde alguien demente buscaba conseguir cosas absurdas y para mí, esa clase de dementes estaban muy lejos de mi realidad circundante; había convivido con la miseria, con la carencia de recursos básicos, con sociedades venidas a menos, con familias a las que les asaltaba la vergüenza de estar, después de una larga vida en la opulencia, en la más real necesidad. Lo más cercano a la locura lo había corroborado por un tipo al paseaban todo el día en un carro hasta constituirse en parte del folclore local. La lo